LOS RETOS ÉTICOS DE LOS DOCENTES ANTE LA IA

Fuente: Interempresas.net

Por Manuel Vejarano

Platón en el Fedro, inventa el mito de la invención de la escritura. Poniendo a Sócrates como protagonista, hace que este cuente la historia del dios Theuth, una deidad inventora que crea la escritura y se la lleva al palacio del faraón Thamus. Allí describe con emoción todo lo que ahora podrá hacerse con este invento, los hombres ya no tendrán que memorizar, solo tendrán que escribir y podrán volver al texto para recordar. Thamus mira con desconfianza el invento y profetiza que este regalo de Theuth en realidad hará que los hombres olviden, y que al olvidar, al dar su confianza a este invento, dejarán de ser sabios y solo creará la apariencia de que lo son. Sócrates (Platón en realidad) comenta luego que:

“Fedro, lo terrible que tiene la escritura y que es en verdad igual a lo que ocurre con la pintura. En efecto, los productos de ésta se yerguen como si estuvieran vivos, pero si se les pregunta algo, se callan con gran solemnidad. Lo mismo les pasa a las palabras escritas. Se creería que hablan como si pensaran, pero si se les pregunta con el afán de informarse sobre algo de lo dicho, expresan tan sólo una cosa que siempre es la misma. Por otra parte, basta con que algo se haya escrito una sola vez, para que el escrito circule por todas partes, lo mismo entre los entendidos que entre aquellos a los que no les concierne en absoluto, sin que sepa decir a quiénes les debe interesar y a quiénes no”.

Actualmente, nadie pone en duda la utilidad de la escritura o de la palabra impresa, pero Thamus y Sócrates enfatizan un aspecto del acto del conocimiento que evidencia nuestra humanidad: el hacer nuestro lo aprendido, algo que la memoria puede asentar, pero que solo la personalidad (nuestro yo) hace florecer.

La aparición de la inteligencia artificial (más antigua de lo que comúnmente se piensa) y su modalidad GPT (Transformadores Generativos Preentrenados, en sus siglas en inglés) ha revolucionado actualmente el campo del conocimiento y aprendizaje. El modelo GPT permite al sistema interactuar con las personas usando el lenguaje humano natural. Este “disfraz” de naturalidad y de “alguien” que responda, se disculpe, repregunte, afirme o niegue alguna petición es lo que ha hecho todo el tema de la IA tan popular y ha animado a muchas empresas a apostar por ella.

Hay que aclarar algunas cosas para entender los retos reales que plantea la IA. El término inteligencia artificial fue usado por el científico John McCarty (1956): “La ciencia y la ingeniería para crear máquinas inteligentes, especialmente programas informáticos inteligentes. Está relacionada con la tarea similar de utilizar ordenadores para comprender la inteligencia humana, pero la IA no tiene por qué limitarse a métodos que sean biológicamente observables”. Esta definición no involucra que se equipare o se pretenda que la inteligencia artificial sea como la humana. Por eso, propiamente hablando, no es posible decir que una computadora o un sistema puede tener inteligencia como la tiene un ser humano. Es solo un término que ayuda a comprender el tipo de procesos que realiza de modo similar a como funciona el cerebro humano.

También hay que tener en cuenta que su desarrollo es imparable, útil y sumamente beneficioso. En términos generales, las inteligencias artificiales permiten realizar, con previo entrenamiento, múltiples tareas con rapidez y precisión, incluso mejor que un ser humano en muchos casos. En el campo de la salud esto es bastante notorio, por ejemplo, para detectar el cáncer de mama o el origen de tumores. En el campo educativo, sus usos son también amplios y útiles, lo que debe animar a incluirla en diversas áreas, pero siempre con una postura ética clara.

Si bien hay muchos retos que la IA ha planteado y que los países están enfrentando de diversos modos, lo cierto es que en el campo educativo el debate parece limitarse a sí permite el plagio indetectable y cómo evitarlo. En cambio, proponemos en esta nota que el mayor reto educativo de la IA es equilibrar su uso con el involucramiento de la persona en su formación, la pregunta más vital es cómo los docentes se involucran en su propio aprendizaje y cómo fomentar lo mismo en sus estudiantes.

Hay una postura ética ante el conocimiento. La IA (sobre todo el modelo GPT) trabaja con datos: cada palabra, imagen, sonido es un dato. Luego, su modelo le permite procesarlo y devolver algo que sirva a quien se lo solicitó. Es un proceso mecánico, rápido y, por ahora, medianamente efectivo. Sin embargo, no brinda conocimiento real entendiéndolo como profundo, crítico y con huellas de humanidad. El sociólogo Zygmunt Bauman ya había descrito como un indicador de la sociedad líquida el ver a la educación como un producto, no como un proceso. Aquí entra la postura ética “¿Quién soy yo frente al aprendizaje?”. O soy alguien o soy nadie. Soy alguien en la medida en que me involucro, me esfuerzo, elijo, enfoco según mis intereses, según lo qué me importa: en el elegir un libro sobre otro reluce mi yo. Aprender es también un acto de amor ante lo dado (la realidad). La postura del “soy nadie” es todo lo contrario a lo anterior y es la más fácil porque consiste simplemente en no involucrarse y solo buscar la rapidez, el producto: la copia, el plagio, el dejar hacer. Sea profesor o estudiante será como: “que hablan como si pensaran, pero si se les pregunta con el afán de informarse sobre algo de lo dicho, expresan tan sólo una cosa que siempre es la misma”. Toda política o metodología que se centre en “el producto” final fomentará estos malos usos de la IA.

El reto en las aulas (para docentes y estudiantes) es volver a recuperar esa dimensión del involucramiento, del tiempo y proceso, tal como señala Guardini: “Debería querer ser quien soy; querer realmente ser yo, y solamente yo. Debo situarme en mi ser tal y como es y asumir la tarea que aquí se me asigna en el mundo. Este es el terreno de todo lo que se llama “vocación”; porque desde aquí me acerco a las cosas, y desde ahí las acojo”.

La IA será siempre útil en la medida en que el ser humano con aquel que interactúe, la use para que sea parte de su proceso de trabajo, no como su propio reemplazo. A más artificial, se necesita más humanidad. Arthur C. Clarke lo dijo con claridad “Cualquier docente que pueda ser sustituido por una máquina debería ser sustituido por una máquina”.

REFERENCIAS:

 1. Guardini, Romano. Aceptarse a uno mismo: sólo quien sabe de Dios conoce al hombre. Encuentro, 2023.

Manuel Jesús Vejarano Ingar, docente con licenciatura en Lengua y Literatura por la Universidad Marcelino Champagnat, cuenta con una Maestría en Literatura Infantil y Juvenil y Animación a la lectura por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y la Universidad Católica Sedes Sapientiae. Asimismo, es docente en esta última casa de estudios desde el 2006, trabaja en el Fondo Editorial UCSS y en la Facultad de Ciencias de la Educación y Humanidades, como Coordinador de los cursos generales.

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Una respuesta a «LOS RETOS ÉTICOS DE LOS DOCENTES ANTE LA IA»

  1. Interesante reflexión estimado profesor Manuel, útil para reflexionar e ir conociendo cuan útil y necesario será la IA en el proceso del “hacer”-
    Felicitaciones

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