Por Prof. César Cortez Mondragón.
“La música criolla se resiste al olvido y, con guitarra y cajón, le sale al frente a la modernidad para reclamar espacio en la tradición musical peruana”.
La riqueza de un pueblo se ve en sus manifestaciones espirituales porque son las que mejor se proyectan a las futuras generaciones. Nuestro país tiene esa riqueza plasmada en diferentes formas de expresión muy significativas. Una de ellas es la música criolla. La llegada de los africanos y sus sones que animan el espíritu y el cuerpo aportaron importantes elementos que atraviesan la historia de la música popular nacional.
Asimismo, la esencia europea vino con la cultura occidental. Esta fusión y adaptación musical, a la que hoy llamamos “criolla”, entremezcla los acordes de lo gitano, lo ancestral y el aire festivo de los ritmos afro. La música criolla se da en la identidad como el tango argentino y uruguayo, como el corrido mexicano, como el son montuno cubano, como el merengue caribeño y otros tantos que adquieren la esencia de nuestras identidades latinoamericanas. De ese modo, surge el vals criollo de movimiento de caderas, taconeo y el cundete en la guitarra.
Pero son las composiciones de Felipe Pinglo Alva, Chabuca Granda, Augusto Polo Campos, Alicia Maguiña, Rafael Otero, Manuel Raygada, Mario Cavagnaro, Carlos Soto, José Escajadillo, Pedro Espinel, Emilio Peláez y otros inmortales que afianzan ese criollismo con la voces de Jesús Vásquez, Lucha Reyes, Arturo “Zambo” Cavero, Maritza Rodríguez, Luís Abanto Morales, Edith Barr, Cecilia Bracamonte, Irma y Oswaldo y conjuntos como Los Dávalos, Los Quipus, Fiesta Criolla, Las Limeñitas y tanto bardo que hizo sublime el cantar nacido en las jaranas, en los callejones y fiestas de puertas abiertas. Hasta que se transformó en esencia del vivir peruano.
Por eso, el Día de la Canción Criolla es, particularmente, un día para celebrar esa capacidad de sabernos especiales y únicos, así como de festejar una de las pocas evidencias de nuestra identidad, pese a la modernidad y los nuevos discursos del progreso. Es el día de encontrase con la ilusión y el entusiasmo contagioso, como un tropel jubiloso y optimista de nuestra herencia, para indicar al mundo que nuestro pueblo canta sus esperanzas y sus sueños, sus tristezas y alegrías, ostentando con orgullo el privilegio de vernos interpretados en un vals, una marinera, una polka, un festejo; expresiones eternas de nuestra tierra.
10 valses peruanos con historia
La siguiente es una [difícil] selección y recuento de las 10 canciones más representativas del cancionero criollo de costa, sierra y selva, realizada por el prof. Cesar Cortez. Una lista que reúne composiciones con particulares historias dedicadas a la mujer, el terruño, el amor imposible, el desamor y que los peruanos y peruanas cantan, a voz en cuello, de generación en generación.
“No tengo fortuna, pero estas tres cosas te ofrezco. Alma, corazón y vida. Almapara conquistarte, corazón para quererte y vida para vivirla junto a ti”. Este vals fue compuesto por Adrián Flores Albán, en 1948, y grabado en 1952 por los Embajadores Criollos. El compositor de Sullana cuenta que, mientras estaba sirviendo en el ejército, se enamoró de Eva, una mujer muy hermosa, hija de un hacendado, que ya tenía un pretendiente y, por esta razón, él le canta “esas tres cositas nada más te doy, como no tengo fortuna”. La canción exhala el pathos romántico en el que don Adrián expresa su pena por un amor no correspondido.
“Mi sangre, aunque plebeya, también tiñe de rojo el alma en que se anida mi incomparable amor. Ella de noble cuna y yo humilde plebeyo. No es distinta la sangre, ni es otro el corazón. ¡Señor! ¿Por qué los seres no son de igual valor?”. Así canta Luis Enrique, el protagonista del vals más famoso de Felipe Pinglo Alva, estrenado en 1930. La leyenda cuenta que el mismo Pinglo se enamoró de la bellísima hija de un industrial italiano que, al enterarse de su afecto, la envió a Italia para alejarla de él. Esta canción cuenta la historia de un amor imposible, condenado por la sociedad porque un humilde plebeyo amaba a una joven aristócrata.
“Guitarra, tú que interpretas en tu gritar mi quebranto, tú que recibes en tu madero mi llanto, llora conmigo, si no la vieras volver”. Con este vals, Augusto Armando Polo Campos entrega el dolor que siente por la mujer amada, que lo ha abandonado, a su fiel guitarra, compañera de vida. En esta canción, que es más bien una poesía tras recordar sus palabras tan lindas y hermosas, la guitarra es el alter ego de Campos que, incluso, le pide que interceda por él ante su amada. Ya no es un simple instrumento musical sino una extensión del compositor mismo.
“No necesito amor, tengo vergüenza de volver a querer como he querido. Toda repetición es una ofensa y toda supresión es un olvido”. Esta es una de las estrofas del vals Desdén, compuesto por Miguel Paz, miembro del Trío “Los Trovadores del Perú”. El autor expresa el rechazo a amar de nuevo, cerrado en el recuerdo de un amor pasado que lo ha desestabilizado. Al final de la canción, Paz menciona también el sermón de la montaña, presente en el Evangelio de san Mateo, en el que Cristo profundiza el significado de los diez mandamientos y les dona carácter universal. Esta mención religiosa le permite sublimar el valor de la canción y sobre todo su amor.
“Jazmines en el pelo y rosas en la cara, airosa caminaba la flor de la canela, derramaba lisura y a su paso dejaba aromas de mistura que en el pecho llevaba”. Chabuca Granda – una de las grandes compositoras latinoamericanas- dedicó este vals a su amiga Victoria Angulo de Loyola, en honor a su figura y al color de su piel -Victoria era mulata, de ahí el adjetivo “canela”-. En cuya casa se organizaban grandes jaranas a las que asistían los mayores exponentes del criollismo de los años cincuenta. Esta canción es un tributo a la amistad. Chabuca describe con tanta precisión a Victoria que a cualquiera que escuche la canción, le parece verla caminar en frente, ondeando sus caderas y derramando perfumes por las calles.
“Mi cantar es así, para ti mujer, con amor. Contamana te vio nacer con mucho placer”. Controvertido es la cuestión que rodea el vals criollo “La contamanina”. La leyenda cuenta que ya a principios del siglo XX esta melodía resonaba por los ríos amazónicos, pero sin letra y, con el pasar de los años, diferentes autores le han prestado las palabras. Así se explica porque se hallan diferentes versiones de este vals en la letra, pero con la misma melodía. Lo cierto es que se trata de un homenaje a la ciudad de Contamana, situada a orillas del río Ucayali, de hecho, conocida como la “Perla del Ucayali”. Y sí, también se canta vals en la selva. Aquí la versión más famosa, a cargo del “Dúo Loreto”.
“Todos vuelven a la tierra en que nacieron, al embrujo incomparable de su sol. Todos vuelven al rincón donde vivieron, donde acaso floreció más de un amor”, así expresa su compositor, el poeta César Miró, un amor profundo hacia la propia tierra originaria que, por una razón u otra, un día, se tiene que abandonar. Esta canción se ha convertido en el estandarte de todos los peruanos en el extranjero, un himno escrito por los inmigrantes para que recordarán siempre su patria. “Todos vuelven” es una promesa y una esperanza a la misma vez: un día, todos podrán regresar a su tierra nativa. Se convirtió en el himno de la migración latinoamericana tras ser interpretado, en versión salsa, por el famoso Rubén Blades.
“Y si algún día te acuerdas de mi recuerda que yo te quise tanto. Y tú sin piedad te fuiste de mí, sabiendo que te amaba me pagaste mal”. Quizá su autor, Luis Abelardo Núñez, jamás imaginó que su composición se convertiría en una de las canciones más cantadas del vals peruano y que, además, conectaría a las nuevas generaciones con la música tradicional. Himno de peñas y karaokes, es el preferido para dedicárselo a aquella desilusión inevitable en la vida de todas y todos.
“Todos los poetas, en odas floridas, han tejido notas para regalarte la marcha nupcial. Y tú pretenciosa guarda tus azares para regalarles a los forasteros que están por llegar. Adiós Ciudad Blanca, novia hecha a pincel. Adiós señor Misti que sea feliz en su luna de miel”. La imponente e histórica ciudad de Arequipa recibe este precioso vals con aires de yaraví en la interpretación de Los Dávalos, quienes, entre otros temas, representan la música criolla del sur del Perú. Un homenaje a la llamada Ciudad Blanca y la majestuosidad de sus paisajes.
“Apiádate de mí, si tienes corazón, escucha en sus latidos la voz de mi dolor. Pero regresa, para llenar el vacío que dejaste al irte, regresa, regresa, aunque sea para despedirte, no dejes que muera sin decirte adiós”. Este vals de Augsuto Polo Campos es uno de los que más ha identificado a generaciones con la nostalgia del ser amado que se fue, impreso en las versiones de la genial Lucha Reyes y la contemporánea Eva Ayllón.
Bonus Track
“Que triste, amada mía, los días amanecen; qué lentas son las horas que estoy lejos de ti. Para calmar la duda que tormentosa crece, acuérdate, Hermelinda, acuérdate de mí”. Muchos atribuyen esta canción a Felipe Pinglo, pues, en 1926, contrajo nupcias con la Srta. Hermelinda Rivera. Sin embargo, fue Don Alberto Condemarín – el eterno enamorado de Hermelinda -, cuyo sentimiento de pérdida lo llevaría a componer esta hermosa canción, considerada una de las más poéticas de la historia del vals peruano.
“Olga, no te olvides, no pretendas engañarme, ya te he dicho que yo soy hombre y te perdono porque te amo”. Pablo Casas Padilla, criollazo nacido en Barrios Altos, fue el autor de esta declaración de perdón por amor a la famosa Olga. Como ocurre con célebres interpretaciones, los peruanos asocian este tema a la genial guitarra de Don Oscar Avilés y la voz de Curro Carrera, quienes la llevaron a la fama. Hoy, no hay jarana que no incluya este tema y quién no sepa un trecho de su letra.
“Te daré la vida y cuando yo muera, me uniré en la tierra contigo, Perú”. Si hay una música que más emociona a los peruanos dentro y fuera del país es esta. Compuesta por Augusto Polo Campos e interpretada por los infalibles, y hoy eternos, Oscar Avilés y Arturo “Zambo” Cavero, protagoniza la actual campaña de la selección peruana de fútbol. Esperemos que, sea cual sea el resultado, este himno no deje de alentar el espíritu de patria y pertenencia a la tierra que nos vio nacer.
Por Prof. César Cortez Mondragón, docente de la carrera profesional de Turismo y Patrimonio Cultural.