Día Mundial de la Filosofía: Reflexión necesaria ante desafíos actuales.

La filosofía invita a cuestionar nuestra relación con la naturaleza y la sociedad, ofreciendo herramientas críticas para comprender y enfrentar los retos contemporáneos.

Por: Mg. Jonathan Alvarado

La UNESCO ha establecido el tercer jueves del mes de noviembre como el Día Mundial de la Filosofía. En el mensaje de la Sra. Audrey Azoulay del 17 de noviembre del 2022, con motivo de la conmemoración de esta fecha, se describe que la filosofía no solamente es una disciplina argumentativa de una longeva tradición, “sino que es también un ejercicio vivo de cuestionamiento y concepción del mundo actual”. Aunque sus orígenes se remontan al libro I de la Metafísica de Aristóteles, donde se señala la necesidad de la thaumazein para ser filósofo y hacer filosofía —término griego traducido como “maravillarse” o “asombrarse” frente a la naturaleza (physis)—, todo filósofo ha considerado este asombro como su motor fundamental para desarrollar la filosofía desde la antigua Grecia hasta la actualidad.

Desde la antigua Grecia hasta hoy no ha dejado de ser una disciplina del saber vigente. Del mismo modo, desde la aparición de la universidad en Occidente hasta la actualidad, en el ámbito académico universitario la filosofía y el filósofo siempre han estado presentes y han contribuido al desarrollo del saber humano. El filósofo no solo defiende la vida contemplativa sobre la naturaleza, sino que la cuestiona, indaga el porqué y el para qué de las cosas, reflexiona sobre las actividades realizadas por el ser humano, su lugar en el cosmos y los diversos problemas que enfrenta. Los filósofos siempre han propuesto posibles alternativas de solución razonable. Esto mismo lo han realizado escuchando a la razón y comprendiendo a la naturaleza, que ama ocultarse y mostrarse misteriosa, en un intento de concebirla de manera ordenada y construir un hábitat de vida humana razonable.

Por otro lado, Azoulay agrega que “la filosofía es igualmente insustituible si queremos repensar de manera sostenible nuestra relación con los seres vivos, ante la urgencia de las perturbaciones climáticas y el colapso de la biodiversidad (…)», debido a que la filosofía, en el plano práctico, cuestiona de forma razonable las acciones de los seres humanos. Gracias a ella, podemos reflexionar sobre la relación del ser humano con otros seres humanos e incluso sobre su relación con la naturaleza. Este ímpetu de búsqueda proviene del origen etimológico de la palabra filosofía: “amor por la sabiduría”; y no debe comprenderse como la mera acumulación de saberes, sino como un interés antropológico por la búsqueda del conocimiento en la naturaleza, la práctica y las acciones humanas, como lo había propuesto el filósofo ateniense Sócrates y se ha desarrollado hasta la actualidad.

En este sentido, la pregunta filosófica “¿Cuál es nuestro lugar en la naturaleza como ser humano?” nos conduce a reconocer nuestra responsabilidad hacia el planeta y hacia las demás personas, debido a que esta respuesta irremediablemente revela la relación del ser humano con las demás cosas de la naturaleza. La filosofía, como disciplina, ha sido suprimida, quitada e incluso criticada en el ámbito académico de la cultura occidental; sin embargo, ningún académico puede dudar de que los filósofos y la filosofía se encuentran como una piedra angular en el origen del saber occidental y oriental, promoviendo el desarrollo personal y espiritual de los seres humanos.

En la actualidad, allí donde la ciencia y la tecnología han ganado espacio dando sentido a la vida y a la naturaleza, la filosofía se ha reinventado como una disciplina que busca la terapia del alma (therapeia psyches): una preparación y una formación (Bildung) del espíritu humano. Esto no solo ha sido compartido por la filosofía oriental y occidental a lo largo de su historia, sino que también existe evidencia escrita de que la filosofía es una disciplina racional que conduce a la contemplación de la naturaleza y ayuda a descubrir un sentido razonable de la vida. Tal como expresó el pensamiento cristiano a través de Santo Tomás de Aquino, al considerarnos imago Dei (imagen de Dios), no solo comprendemos nuestra finitud, nuestra capacidad de actuar y ejercer dominio sobre la naturaleza como seres humanos, sino también nuestras cualidades inherentes como imagen del Dios invisible en el cosmos. Esto ha sido evidenciado por Mircea Eliade al señalar que el ser humano de toda cultura mantiene una relación constitutiva con lo sagrado por ser homo religiosus.

Finalmente, la situación de la filosofía en los países latinoamericanos, incluido el nuestro, enfrenta múltiples obstáculos, muchos de los cuales se reflejan en la crisis global contemporánea y en las condiciones socioeconómicas propias de nuestra región, como la crisis de las instituciones democráticas, los problemas de financiamiento para promover las disciplinas de humanidades, la eliminación de la filosofía de los currículos universitarios por la orientación práctica de las carreras profesionales, la desigualdad educativa, la pobreza de las familias, la violencia social, la corrupción de los sistemas democráticos, la inestabilidad política y la visión del pensamiento latinoamericano como algo “periférico” en comparación con el pensamiento hegemónico europeo y norteamericano. Estos desafíos hacen que se privilegie la atención educativa universitaria hacia las necesidades más inmediatas y se descuide la formación de nuevas generaciones de filósofos para el siglo XXI.

El docente Jonathan Eduardo Alvarado Ramos es filósofo y magíster en Filosofía por la Pontificia Universidad Católica del Perú. Actualmente se desempeña como docente en la Universidad Católica Sedes Sapientiae y como profesor en el Departamento Académico de Humanidades de la PUCP.

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