En un contexto de vertiginoso cambio tecnológico y crecimiento exponencial del conocimiento, bien vale la pena reflexionar sobre un par de conceptos. Son algo complejos en su interpretación, pero centrales y de utilidad para el buen gobierno y la orientación adecuada de una Universidad Católica. Ellos son el bien común y la universidad cívica.
Sobre el bien común, propósito institucional de la UCSS (Misión), señaló el Pontificio Consejo Justicia y Paz (2005, n. 164), que este se ha de entender como el conjunto de aquellas condiciones de la vida social que permiten a los grupos y a cada uno de sus miembros conseguir más plena y fácilmente su propia perfección. En el mismo sentido, el Catecismo de la Iglesia Católica (CIC, n. 1906-9 y 1912) sostuvo que el bien común está siempre orientado hacia el progreso de las personas. Asimismo, indicó que, teniendo por base la verdad, la justicia y el amor, el orden social y su progreso deben subordinarse al bien de las personas y no al contrario.
Luego, advirtió la Encíclica Pacem in Terris (PT, n. 56) que no debe permitirse en modo alguno que la autoridad civil sirva el interés de unos pocos. La razón es que está constituida para el bien común de todos. La Iglesia enfatiza que hace falta la inclusión de la sociedad (Pontificio Consejo Justicia y Paz (2005, n. 168) y, considerando una sociedad en vías de globalización, el bien común y el esfuerzo por él han de abarcar necesariamente a toda la familia humana (Benedicto XVI, 2009, n 7).
Ahora, vinculando el marco anterior con la misión UCSS, destacamos en la Constitución Apostólica Ex corde Ecclesiae (ECE, Juan Pablo II, 1990) ―texto legislativo que regula a las instituciones católicas de educación superior― que la Universidad Católica es una comunidad académica. Esta, de forma rigurosa y crítica, contribuye a la tutela y desarrollo de la dignidad humana, y de la herencia cultural mediante (a) la investigación, (b) la enseñanza y (c) los diversos servicios ofrecidos a las comunidades locales (n. 12). Adicionalmente, se enfatiza que mediante la investigación y la enseñanza los estudiantes deberán ser formados en las diversas disciplinas, de manera que lleguen a ser verdaderamente competentes en el campo específico al cual se dedicarán en servicio de la sociedad y de la Iglesia (ECE, n. 20).
En cuanto a la gestión, refirió la ECE que los dirigentes y el personal administrativo en una Universidad Católica deben promover el desarrollo constante de la Universidad y de su Comunidad a través de una esmerada gestión de servicio. La dedicación y el testimonio del personal no académico son indispensables para la identidad y la vida en la universidad (ECE, n. 24). Más aún, en lo concerniente al dialogo entre el pensamiento cristiano y las ciencias modernas, subrayó que esta tarea exige personas especialmente competentes en cada una de las disciplinas (ECE, n. 46). Incluso, establece que la responsabilidad de mantener y fortalecer la identidad católica en la universidad está encomendada, sobre todo, a las autoridades de la universidad. Además, exige la contratación del personal universitario adecuado especialmente profesores y personal administrativo que esté dispuesto y capacitado para promover tal identidad (ECE, Normas Generales, art. 4, n.1).
También, en este contexto, las universidades católicas están llamadas a una continua renovación, tanto por el hecho de ser universidad, como por el ser católica (ECE, n. 7). Además de ello, se debe considerar la tarea de estudiar los graves problemas contemporáneos y de elaborar propuestas de solución; así como las tradiciones históricas, culturales y religiosas, allí donde la legislación lo permite (Presencia de la Iglesia en la Universidad y en la Cultura Universitaria, 1994, cap.2, n. 1).
Siguiendo el razonamiento planteado, en la necesidad de responder a los problemas de la sociedad y de una renovación permanente, introducimos la definición de universidad cívica, como ruta estructurada de consulta o benchmarking. Según su principal promotor, John Goddard de la Universidad de Newcastle (2009), la universidad cívica es la que provee de oportunidades para la sociedad de la que forma parte. En este sentido, realiza acciones concretas: (a) se compromete por completo con su alrededor y no de manera parcial; (b) se asocia con otras universidades y centros universitarios, y (c) se gestiona de manera que se asegure su participación absoluta en la región de la que forma parte.
Michael Higgins (2012), al describir el rol de una universidad cívica señaló que esta se caracteriza por poner al servicio de la comunidad el conocimiento, el entendimiento y la visión acumulada en su seno. Higgins, añadió que las universidades proveen un espacio importante de carácter crítico para entender el mundo como es y, no menos relevante, para volver a imaginar el mundo como este debería ser.
En línea con la definición de Goddard, Lorraine Mcllrath (2015) consideró que el privilegio de perseguir el conocimiento (por parte de las universidades) conlleva la responsabilidad cívica para comprometerse y aplicar ese conocimiento al servicio de la humanidad. De acuerdo con Goddard, las recomendaciones para construir asociaciones cívicas efectivas serían las siguientes: (a) el liderazgo es crucial tanto dentro de la universidad como al interior de las instituciones de la ciudad; (b) la comunicación y el compromiso deben reflejarse en la organización del trabajo y en la estructura de recompensas; (c) las asociaciones cívicas deben ser independientes de las relaciones transaccionales entre las instituciones; (d) una visión compartida para el desarrollo de la ciudad debe ser articulada en planes y estrategias y (e) los líderes, tanto de la universidad como de la ciudad, deben ser ayudados para mejorar sus habilidades de escalamiento. En cuanto a esta sugerencia, se deberán enfocar en un desafío clave que les permita movilizar el conocimiento de los académicos, a las autoridades políticas, a los gerentes de las empresas y a la comunidad.
Finalmente, los nuevos desafíos contemporáneos demandan de una impecable e iluminada gestión del capital humano y renovaciones al diseño organizacional de la UCSS. Confiando en la gracia y en los talentos que ella nos ha de brindar.
2 Corintios 3: 4-5
Y esa confianza tenemos hacia Dios por medio de Cristo: no que seamos suficientes en nosotros mismos para pensar que cosa alguna (procede) de nosotros, sino que nuestra suficiencia es de Dios.
Muy interesante y conveniente lo expresado en el artículo, estimado profesor.
Felicitaciones!