SANTO PADRE

Siete reflexiones sobre la figura del padre en la familia y en la sociedad, desde evangelio y la Iglesia. 

Fuente: Revista VIVE.
Por Sandra Chuye Yarleque

A nivel mundial, el Día del Padre se celebra en diferentes fechas. En España, se les rinde homenaje el 19 de marzo en honor a la fiesta de San José; en Rusia, el 23 de febrero; en Rumania, el segundo domingo de mayo; en Australia y Nueva Zelanda, el primer domingo de setiembre. Pero, en la mayoría de países, se celebra el tercer domingo de junio.

Esta celebración tiene sus inicios en Estados Unidos, cuando Sonora Smart Dodd desea celebrar una fecha en honor a su padre, quien tras quedar viudo cumple una doble labor, ser padre y madre para sus seis hijos. Él asume con amor, cuidados y sacrificios esta responsabilidad. Es así que, en 1966, el presidente Lyndon Johnson firma una proclamación en la que declaraba, como día nacional del padre, el tercer domingo de junio. Posteriormente, se sumaron a esta fecha países de Europa, América Latina, Asia y África.

La figura paterna simboliza en la familia, junto a la madre, seguridad, protección, lucha y fortaleza. En la actualidad, el rol del padre también es asumido por muchas mujeres, familiares directos o indirectos (como tíos y abuelos), padres adoptivos y padrinos, quienes, día a día, velan por el bienestar de sus hijos.

Desde la Iglesia, diversas autoridades se han pronunciado con respecto a la importancia de la imagen paternal en la familia, como también se puede encontrar en la Biblia personajes destacables en su condición de padres:

1. Exhortación apostólica Familiaris Consortio, de San Juan Pablo II:

“Dentro de la comunión-comunidad conyugal y familiar, el hombre está llamado a vivir su don y su función de esposo y padre. El amor a la esposa madre y el amor a los hijos son para el hombre el camino natural para la comprensión y la realización de su paternidad […] Revelando y reviviendo en la tierra la misma paternidad de Dios (Ef3, 15), el hombre está llamado a garantizar el desarrollo unitario de todos los miembros de la familia. Realizará esta tarea mediante una generosa responsabilidad por la vida concebida junto al corazón de la madre, un compromiso educativo más solícito y compartido con la propia esposa, un trabajo que no disgregue nunca la familia, sino que la promueva en su cohesión y estabilidad, un testimonio de vida cristiana adulta, que introduzca más eficazmente a los hijos en la experiencia viva de Cristo y de la Iglesia.”

(22 de noviembre de 1981)

2. Carta a las familias, de San Juan Pablo II:

“La maternidad implica necesariamente la paternidad y, recíprocamente, la paternidad implica necesariamente la maternidad: es el fruto de la dualidad, concedida por el Creador al ser humano desde «el principio» […] Es necesario que orienten sus corazones y pensamientos hacia aquel Dios y Padre «de quien toma nombre toda paternidad», para que su paternidad y maternidad encuentren en aquella fuente la fuerza para renovarse continuamente en el amor.”

(2 de febrero de 1994)

3. Carta pastoral sobre los padres y la paternidad, de Mons. John J. Mayers, Arzobispo de Peoria:

“Que esté presente en su familia. Esto es, que pase tiempo con ellos y haga del tiempo que esté con ellos una expresividad de su amor. Comparta con ellos. Asegure que ese tiempo familiar involucre culto, oración formación religiosa, como también recreación la sencillez de estar juntos. Usted tiene algo importante para contribuir con la vida de su familia. Sea ingenioso para guiarlos […] La mejor amistad que un padre puede ofrecer a sus hijos es la de permanecer siendo su padre. Sea amable, pero a la vez firme. Descubra que “no” también puede ser una palabra amorosa. Sus adolescentes pueden ser difíciles tanto para usted, como para ellos. A veces los padres están llamados a tener una paciencia heroica al desafiar a sus hijos a ser fieles y virtuosos. No abandone a sus hijos al espíritu de la edad, más bien prepárelos para que sean testigos vivos de Cristo en el mundo.”

(19 de marzo de 1997)

4. Catequesis del Papa Francisco sobre la familia:

“Un buen padre sabe esperar y sabe perdonar desde el fondo del corazón. Cierto, sabe también corregir con firmeza: no es un padre débil, complaciente, sentimental. El padre que sabe corregir sin humillar es el mismo que sabe proteger sin guardar nada para sí. Una vez escuché en una reunión de matrimonio a un papá que decía: «Algunas veces tengo que castigar un poco a mis hijos, pero nunca bruscamente para no humillarlos» ¡Qué hermoso! Tiene sentido de la dignidad. Debe castigar, lo hace del modo justo, y sigue adelante. Así, pues, si hay alguien que puede explicar en profundidad la oración del «Padrenuestro», enseñada por Jesús, es precisamente quien vive en primera persona la paternidad. Sin la gracia que viene del Padre que está en los cielos, los padres pierden valentía y abandonan el campo. Pero los hijos necesitan encontrar un padre que los espera cuando regresan de sus fracasos. Harán de todo por no admitirlo, para no hacerlo ver, pero lo necesitan; y el no encontrarlo abre en ellos heridas difíciles de cerrar.”

(4 de febrero de 2015)

5. Exhortación apostólica Amoris Laetitia, del Papa Francisco:

“…Juega un papel igualmente decisivo en la vida familiar, especialmente en la protección y el sostenimiento de la esposa y los hijos. Muchos hombres son conscientes de la importancia de su papel en la familia y lo viven con el carácter propio de la naturaleza masculina […] Dios pone al padre en la familia para que… «sea cercano a la esposa, para compartir todo, alegrías y dolores, cansancios y esperanzas. Y que sea cercano a los hijos en su crecimiento: cuando juegan y cuando tienen ocupaciones, cuando están despreocupados y cuando están angustiados, cuando se expresan y cuando son taciturnos, cuando se lanzan y cuando tienen miedo, cuando dan un paso equivocado y cuando vuelven a encontrar el camino; padre presente, siempre. Decir presente no es lo mismo que decir controlador. Porque los padres demasiado controladores anulan a los hijos». Algunos padres se sienten inútiles o innecesarios, pero la verdad es que «los hijos necesitan encontrar un padre que los espera cuando regresan de sus fracasos. Harán de todo por no admitirlo, para no hacerlo ver, pero lo necesitan». No es bueno que los niños se queden sin padres y así dejen de ser niños antes de tiempo.”

(19 de marzo de 2016)

6. P. Dr. CESAR BUENDÍA , rector de la UCSS:

“Ser papá es algo misterioso, un concepto que nos cuesta definir y entender perfectamente y, sin embargo, es algo que se vive. Es como la maternidad. Se puede asemejar a una madre que da fortaleza a los hijos, pero hay una cosa que cambia a cualquiera: el saberse querido. Por tanto, la función del padre, antes que todo, es amar. Es la tarea fundamental, la tarea del amor. Muchas veces esta tarea parece más femenina que masculina, y eso es falso, es exactamente igual, distinta en cuanto a sus manifestaciones. El amor lo podríamos definir igual para hombre como para mujer, el amor es decir: quiero que vivas, quiero que tú seas feliz, eso es lo que hace Dios con nosotros. Los padres no son más que imagen de Dios, en su amor paternal nos parecemos a él. Muchos han carecido del amor desde su niñez, muchos guardan un resentimiento profundo por la ausencia paterna, que cuesta curar porque han necesitado de amor. Recordemos que una persona se siente valorada cuando se siente amada y en el hogar es esencial estas muestras de amor hacia el hijo. Esto puede ser sanado por el Señor. Cuando una persona sabe que el Señor la ama es posible que pueda reconciliarse con sus progenitores.”

(15 de junio de 2017)

7. Figuras patriarcales: Abraham y José

La Biblia nos muestra a dos figuras ejemplares. Abraham ejemplifica la fe sin medida que le tenía a Dios, dejaba en las manos del creador la vida de su mayor tesoro: su hijo Isaac. Sin duda, un valorable gesto de confiar a nuestros hijos a Dios y enseñarles a amarle y fiarse de Él: “Toma a tu hijo, a tu único hijo, al que tú amas, a Isaac, y vete a la región de Moria. Allí lo ofrecerás en sacrificio, sobre un monte que yo te indicaré…Y Dios le dijo: –No extiendas tu mano hacia el muchacho ni le hagas nada, pues ahora he comprobado que temes a Dios y no me has negado a tu hijo, a tu único hijo.”

Por su parte, San José, padre “adoptivo” de Jesús, quien asume con amor, ternura y atención este plan de salvación de Dios, el de criar, cuidar y educar a su hijo. José cumple su derecho y deber de padre [“le pondrás por nombre Jesús”]; de la presentación en el templo: “Su padre y su madre estaban admirados de lo que se decía de él” (Lc 2,30); de la huida a Egipto: “toma al niño y a su madre y huye a Egipto”; de Jesús en el templo: “Tu padre y yo, angustiados, te andábamos buscando” (Lc 2,48). “Jesús era, según se creía, hijo de José” (Lc 3,23). José ve crecer al niño en edad, en sabiduría y en gracia. Jesús ora en familia con José y María, bastaba verle rezar para saber cómo rezan los santos. La vida de José es una vida de oración y de trabajo, de hogar y de amor, de austeridad y de pobreza, pero de alegría.

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