Por el profesor RAUF NEME SÁNCHEZ
El idioma siempre fue una preocupación dentro de la obra del Inca Garcilaso. En los paratextos que abren los Comentarios Reales de los Incas, nuestro primer mestizo enuncia: “Para que se entienda mejor lo que con el favor divino hubiéremos de escribir en esta historia, porque en ella hemos de decir muchos nombres de la lengua general de los indios del Perú, será bien dar algunas advertencias acerca de ella”. Existe un compromiso en el Inca por mantener la pureza de la lengua, evitando de este modo la corrupción a la que por desconocimiento los españoles han incurrido: “Para atajar esta corrupción me sea lícito, pues soy indio, que en esta historia yo escriba como indio con las mismas letras que aquellas tales dicciones se deben escribir”. Este auténtico interés por la lengua es medular para comprender la dimensión que posee la obra del Inca para nuestra cultura, pues escribir como indio es garantía de verdad y legitima la autoridad del Inca para dar las primicias de las indias.
La mayor parte de la vida de Garcilaso transcurrió en España. Afincado primero en Montilla y luego en Córdoba, se vinculó con los círculos humanísticos y con prestigiosos jesuitas que fueron determinantes en la madurez que ostentan sus libros. La deuda con este humanismo renacentista es el valor que se le concede a las lenguas vernáculas frente al predominio del latín como lengua literaria. El italiano, el francés y el español podrían ser materia para la elocuencia y el estilo, pero al mismo tiempo permitía el surgimiento de una literatura nacional en correspondencia con la lengua de la patria. En consonancia con estas ideas, el noble propósito del inca era enmendar y completar los vacíos de los que habían historiado sobre estas repúblicas del Nuevo Mundo debido a su desconocimiento del lenguaje de los indios. Así en el proemio a los Comentarios Reales el inca afirma sobre los hechos contados por los españoles: “Verdad es que tocan muchas cosas de las muy grandes que aquella república tuvo, pero escríbenlas tan cortamente que aún las muy notorias para mí (de la manera que las dicen) las entiendo mal. Por lo cual, forzado por el amor natural de la patria, me ofrecí el trabajo de escribir estos Comentarios…” El método para cumplir con este propósito sería su mayor deuda con sus amistades jesuitas. Según José Durand, uno de los más notables especialistas en la obra del Inca, Garcilaso tuvo contacto con biblistas cordobeses y estaba familiarizado con la obra de exégetas y hebraístas españoles, por lo que es posible que de ellos aprendiera el cotejo de los textos ajenos para poder hallar la versión más fiel. En consecuencia, el Inca se convierte en el primer filólogo surgido de este Nuevo Mundo.
La empresa de Garcilaso va unida a una gran conciencia autorial y un cuidado por establecer relaciones de sentido entre cada libro, por lo que se puede decir que en el corpus de textos que componen la obra del Inca no hay espacio para la arbitrariedad. En ese sentido, cabe detenernos en otro libro suyo menos transitado y mencionado cuando se elabora alguna semblanza sobre su figura. Nos referimos a su traducción de los Diálogos de Amor de Judah Abravanel o mejor conocido como León Hebreo. La traducción del inca Garcilaso fue considerada por sus contemporáneos como la mejor traducción realizada del italiano al español del libro de este filósofo neoplatónico muy popular dentro de los círculos intelectuales españoles. Este ejercicio de traducción es su primer texto y en sus preliminares da cuenta de la importancia que representa para él la fidelidad al texto original y el hecho de que se emplee una lengua vulgar, el italiano, para expresar un contenido, el diálogo filosófico, que no va dirigido al vulgo. No es de extrañar entonces que los ecos de la traducción resuenen en sus demás libros, y en especial en los Comentarios Reales, cuando el Inca se sirva de sus conocimientos de la lengua general de los indios para “escribir en indio”, así como en un principio tradujo en “indio” la obra del filósofo judío. De esta manera, el manejo de la lengua reviste de autoridad a este enunciador para comentar, glosar y mediar ahora como un intérprete idóneo, además de continuar en la misma línea del naciente estatuto prestigioso de las lenguas vernáculas para componer la historia de estos reinos.
Para concluir esta breve reflexión, es claro que la lengua para el Inca va relacionada con su propia etnicidad, y esta naturaleza mestiza en lugar de dilema se convierte en ventaja. En su obra es posible hallar esta necesidad de acceder a una comprensión privilegiada de la realidad y la función que cumple la lengua en este cometido, pues ella es básicamente un medio que los individuos utilizan para entenderse. Sin embargo, como en el tiempo del Inca, seguimos siendo aún un país escindido por sus diferencias y al que le cuesta entenderse satisfactoriamente.