Homilía por Mons. Neri Menor, Obispo de Carabayllo y Gran Canciller de la UCSS.
Muy estimado Rector de la Universidad, Dr. Gian Battista Bolis, estimados directivos, docentes, personal administrativo y de servicio, queridos estudiantes. Para mí es motivo de gran gozo celebrar con ustedes esta Eucaristía con ocasión del inicio del año académico 2023- I en nuestra querida Universidad Católica Sedes Sapientiae. Nos unimos en la plegaria a nuestro Señor para que los asista con su Santo Espíritu y sigan haciendo de esta querida Universidad un lugar de mejor ayuda para que todos puedan alcanzar sus aspiraciones más profundas.
Podríamos decir que la Palabra del Señor hoy nos sitúa en el ámbito del derecho. Sus protagonistas son dos mujeres. Una, inocente; la otra, culpable; ambas condenadas por la justicia humana; ambas salvadas por la misericordia divina.
A partir de ambos relatos, y el salmo responsorial, quisiera destacar tres momentos en el proceso de nuestra relación con la verdad cuyo uno de sus aspectos es la misericordia.
Tres momentos: búsqueda, encuentro, comunicación de la verdad, “supremo anhelo del ser humano”, como nuestra universidad lo señala en su Plan estratégico, dentro de los valores que definen su identidad (P.E. Cap. II).
1. La universidad lugar de búsqueda de la verdad
Primero, El hermoso relato que hemos escuchado en la primera lectura pertenece a un contexto socio cultural donde el testimonio válido era de dos varones adultos. Las mujeres y los esclavos no podían hacerlo. El testimonio que nos trae el relato es de dos ancianos y, además, jueces; por tanto, un testimonio incuestionable.
Susana, la acusada, aun cuando era inocente, no tenía salida. Su muerte estaba dictada. Sin embargo, confió su causa a Dios. Él suscitó en el espíritu de Daniel su defensa. Daniel, jovencito sin experiencia ni autoridad, pero con la verdad en su corazón. No tuvo miedo, denunció la falsedad de los dos magistrados, los interrogó y los halló culpables. Susana fue absuelta y sus acusadores condenados.
La verdad siempre sale a la luz. Como decía Santa Teresa de Ávila: “La verdad padece, pero no perece”. El que quiera conocerla, solo tiene que buscarla. Los métodos pueden ser diferentes, pero la actitud no admite ambigüedad. Implica amor, pasión, sinceridad, disciplina, rigurosidad. Es una búsqueda desde la gratuidad, como el joven Daniel, por encima de cualquier interés personal, en completa libertad, con humildad, sin prejuicios ni temores a reconocer nuestras limitaciones y aceptar nuestros errores.
En esta “búsqueda de la verdad”, nadie puede atribuirse la última medida y nadie puede quedar excluido. Entonces el diálogo será fecundo y, la verdad que se alcance será una posibilidad concreta, que ayudará a construir una convivencia más humana. El Papa Benedicto decía al respecto: “En efecto, la verdad es ‘logos’ que crea ‘dia-logos’ y, por tanto, comunicación y comunión” (CV, 4). Cuando no está presente la verdad, tampoco lo está la caridad y el diálogo, elementos esenciales de su búsqueda.
Los animo a velar para que, en nuestra Universidad, la formación de profesionales excelentes no desplace nunca la “búsqueda de la verdad” como prioridad y, con ella, se fomente el ejercicio crítico y el diálogo respetuoso entre todos (cf. REVSITAMENSAJE/BV), como su característica principal y signo de su fecundidad.
2. La universidad lugar de encuentro con la Verdad.
Segundo, La escena del Evangelio que se ha proclamado tiene lugar en el templo. Jesús estaba enseñando y le interrumpieron los escribas y fariseos por un tema de flagrante adulterio. En síntesis, le expusieron el caso y la pena: la adúltera debía ser apedreada. El caso era crítico y en el fondo una trampa para Jesús. Sin embargo, él se puso a escribir con el dedo en el suelo y cuando los enardecidos acusadores le insistieron les respondió: “El que esté sin pecado que tire la primera piedra”, y continuó escribiendo. Al oír esto, todos se fueron uno a uno, empezando por los más viejos, nos ha dicho el texto del Evangelio.
En las palabras de Jesús no hay reproche, enojo, triunfalismo, sino el amor infinito de Dios en su corazón. Sabía bien que estaba frente a la condición humana herida por el pecado, por eso, casi como dándoles la razón a los acusadores, como atribuyéndoles a ellos el mérito de su perdón, le dice a la acusada: “¿Nadie te ha condenado? Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más”. Con su sentencia, hizo tomar consciencia de su pecado, a acusada y acusadores, y a todos les ofreció la oportunidad de acoger la salvación de Dios. Porque Él “no quiere la muerte del pecador, sino que se convierta y viva”.
San Agustín asocia el gesto de Jesús, de escribir en el suelo, al hecho en que Dios escribió la ley con su dedo en las tablas de piedra, y a firma: Cristo es el Legislador divino. En verdad Jesús es la Justicia en persona, el que comunica la verdad definitiva sobre el ser humano, el rostro de la misericordia de Dios que abraza nuestra miseria, nuestro mal y nuestra nada, el que sin palabras nos habla al corazón y nos susurra al oído las palabras del Padre: “tú eres mi hijo amado”.
La justicia humana es importante, pero insuficiente. Solo la gracia de Dios salva. Hacia esta Verdad hemos de caminar como Universidad. Más allá de la legalidad de la justicia humana, de los méritos o las faltas personales, del poder o la fragilidad de las instituciones, el ser humano es un permanente necesitado de la misericordia divina; aunque no lo diga, anhela en lo más profundo de su corazón la misma mirada de misericordia con la que Jesús contempló a la mujer adúltera. Cultivar este aspecto de la verdad le permitirá, a nuestra universidad, ser cada vez mejor el lugar privilegiado para el encuentro con la Verdad de Dios, para sentir su caricia divina y hacer brotar de ella relaciones profundas, verdaderamente humanas.
3. La universidad: lugar de comunicación de la verdad.
Finalmente, la comunicación de la verdad, lo expresa el salmo 22, que hemos rezado. La imagen es bella. Remite a un clima de confianza, intimidad y ternura. «En verdes praderas me hace recostar; me conduce hacia fuentes tranquilas y repara mis fuerzas» El salmista expresa su serena certeza de ser guiado y protegido de todo peligro, porque el Señor es su Pastor. No comunica una teoría, sino una experiencia. Y toda experiencia comunica una verdad incuestionable, se convierte en testimonio.
Es una. Invitación a renovar nuestra confianza en Dios, abandonándonos totalmente en sus manos, con la confianza de que, aunque los caminos de nuestra vida resulten difíciles, agrestes, con frecuencia por zonas espiritualmente desérticas, sin agua, bajo el sol ardiente del racionalismo, o incluso, por desfiladeros oscuros en los que a veces nos sumerge el pecado; sin embargo, si Dios va con nos nosotros, nada nos faltará.
La misericordia es un aspecto de la verdad de Dios que nos revela en su querido Hijo. Nos regenera por dentro y nos impulsa a comunicarla. Jesús es esta Verdad que el mundo necesita. Él es el campo de verdes praderas, la fuente de la sabiduría que Dios ofrecer a cada persona para transitar confiado y alegre por los caminos de la vida. Nuestra Universidad está llamada a mantener siempre en crecimiento esta prioridad de buscar, encontrar y comunicar la Verdad que sacia la sed más profunda del ser humano y lo orienta a su dimensión más alta.
Nos da mucho gusto escuchar que, lo que diferencia a nuestros alumnos y por lo que las instituciones los prefieren, es por su actitud positiva que responde a la formación humanista y cristiana de nuestra Universidad.
Nos encomendamos a la maternal intercesión de la Virgen María, la “Sedes Sapientiae”, para que el Señor con su Santo Espíritu, siga guiando nuestro camino y sigamos haciendo de nuestra universidad, testimonio cada vez más evidente de búsqueda, encuentro y comunicación de la única Verdad que libera y salva, Jesucristo.
Que así sea.