1614: El año en que floreció la afroperuanidad religiosa de Lima.

Por Kristhian Ayala Calderón.

Según el historiador José Antonio del Busto, el primer esclavo africano llegó a los territorios del Tahuantinsuyo con los trece de Francisco Pizarro, acompañando a Alonso de Molina. Tras desembarcar en el hoy Tumbes, los primeros pobladores de la zona se sorprenderían con la presencia militar española, así como por la vestimenta, accesorios y las aves y puercos que traían consigo. Sin embargo, lo que más sorprendía a los lugareños sería el color de la piel de los conquistadores y, más aun, la del esclavo. «Lo miraron y remiraron con harta curiosidad, terminando por ofrecerle un recipiente con agua para que se lavara el rostro y quitara así la negrura de su tez. Pero hechas la abluciones, el esclavo siguió tan oscuro como antes, lo cual sorprendió tanto a los indios que no lo podían creer. El negro entonces rompió a reír mostrando su blanca dentadura, lo cual desconcertó tanto a los indios que quedaron estupefactos. Ocurrió esto que narramos entre noviembre y diciembre de 1527 y significó, en el Perú, el contacto inicial entre cobrizos y melanoafricanos.» (Del Busto, 2014).

Posteriormente, con la instauración del Virreinato del Perú y, tras la fundación de Lima como capital, aparece el comercio y la esclavitud de hombres y mujeres africanos en las colonias españolas y portuguesas en América. Esto conllevó a un crecimiento constante de la presencia afrodescendiente (a la par del propio crecimiento del mestizaje). Hombres, mujeres y niños fueron protagonizando la cotidianeidad del virreinato. Esto debido a que la esclavitud en el Perú no solo se concentró en el campo y la agricultura, sino en las ciudades, acompañando la vida de sus patrones. Por ello, quienes transitaban por la Lima de aquella época podían observar, además de la presencia de españoles, mestizos, militares y religiosos, numerosos esclavos llevando las compras o siguiendo el paso de sus patrones, como también afrodescendientes liberados y conviviendo en reducciones con otros grupos étnicos.

De esta manera, según el censo promovido por el virrey Juan de Mendoza y Luna, Marqués de Montesclaros, hacia 1641, la población negra, ya enraizada en la sociedad y a la cual podemos considerar afroperuana representaba la mayoría, después de la española.

Fuente: ARES Queija, Berta. Lima Colonial (1535-1635) Crisol de gentes ¿Crisol de culturas?

La cifra de este censo sería la más alta alcanzada por la población afrodescendiente, lo cual coincide con la época de San Martín de Porres (el primer santo mulato de América), la beata negra Úrsula de Jesús (la primera beata afroperuana) y el surgimiento de la devoción al Señor de los Milagros, cuya imagen fuera pintada por un negro de origen angoleño en el barrio de Pachacamilla, integrado por indígenas y afrodescendientes convertidos al catolicismo, pero que mantenían la esencia de sus creencias de manera sincrética. Por ello, podríamos fundamentar que esta etapa de la historia de Lima es la del florecimiento y la mayor expresión de la afroperuanidad en el ámbito religioso y popular.

Kristhian Ayala Calderón, es Mtro. en Estudios Culturales por la PUCP, comunicador social por la USMP y profesor universitario en el área de Letras y Humanidades. Autor de los libros: La Patria en Disputa (2021), publicado en el Fondo Editorial de la UCSS; y El Periodismo cultural y el de espectáculos. Trayectoria en la prensa escrita. Siglos XIX y XX. Crítico cultural de cine, teatro, temas sociales y escritor de narrativa urbana para el portal de La Mula. Actualmente es jefe de la oficina de Comunicación de la DMCC en la UCSS.

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