Necesidad ineludible: Seguridad Alimentaria y Nutricional

El Coordinador de Investigación y profesor del programa de Ingeniería Agroindustrial y de Biocomercio de la Filial Morropón: Chulucanas de la UCSS en Piura, José Luis Sosa León, puntualiza estudios sobre el hambre y la alimentación a nivel mundial, explicando la situación y el trabajo de las organizaciones en nuestro país.

 

Por: José Luis Sosa León

Según la FAO (2019) en el último año, más de 820 millones de personas continúan padeciendo hambre en todo el mundo, lo que destaca un enorme reto de alcanzar el objetivo del hambre cero para 2030. El hambre sigue aumentando en casi todas las subregiones de África y, en menor medida, en América Latina y Asia occidental. Otro hecho alarmante es que cerca de 2 000 millones de personas padecen inseguridad alimentaria moderada o grave en el mundo. La falta de acceso regular a alimentos nutritivos y suficientes que estas personas padecen las pone en un mayor riesgo de malnutrición y mala salud. Aunque se halla concentrada en países de ingresos bajos y medianos, la inseguridad alimentaria moderada o grave también afecta al 8 % de la población en América septentrional y Europa. En cada uno de estos continentes, la tasa de prevalencia es ligeramente mayor entre las mujeres que entre los hombres.

Por lo tanto, es indispensable continuar atendiendo las necesidades urgentes de quienes padecen hambre y, al mismo tiempo, no limitarse al hambre y garantizar el acceso no solo a alimentos suficientes, sino también a alimentos inocuos y nutritivos que constituyan una dieta saludable. Los mercados agrícolas y alimentarios del mundo deben estar cada vez más integrados, para que influyan en los sistemas alimentarios a nivel mundial, regional y nacional, determinando aspectos de los entornos alimentarios como disponibilidad, precios y calidad de los alimentos, así como los resultados en materia de seguridad alimentaria y nutrición. Las desigualdades de ingresos y en el acceso a servicios y activos básicos, así como la exclusión y marginación social de algunos grupos, están impidiendo que un gran número de personas obtengan beneficios en épocas de fuerte crecimiento económico o que puedan afrontar de manera adecuada los períodos de desaceleración o debilitamiento de la economía. Las desigualdades en cuanto a los ingresos y la riqueza también están estrechamente vinculadas con la desnutrición, al tiempo que se asocian modalidades de desigualdad más complejas. Por lo tanto, reducir estas desigualdades debe ser un objetivo fundamental, ya sea como un medio para mejorar la seguridad alimentaria y la nutrición o como un resultado de esta mejora (FAO, 2019).

En el Perú la pandemia provocada por el nuevo coronavirus (COVID-19), ha resaltado la actividad agropecuaria de manera esencial para poder hacer frente a esta emergencia sanitaria. En ese contexto, la Red Peruana de Alimentación y Nutrición (RPAN) ha solicitado implementar las estrategias planteadas por la Organización de la Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y así evitar el desperdicio de alimentos y promover una seguridad alimentaria y nutricional. Es por ello, que urge la necesidad de una integración de costa, sierra y selva y así evitar las pérdidas de alimentos por temas de transporte o de clima. Según Jiménez (2020) además es importante promover estrategias de post cosecha que agreguen valor a los diferentes cultivos, siendo el país una potencia gastronómica, es increíble que los pequeños productores estén más propensos a la inseguridad alimentaria y nutricional.

En el norte del Perú, el bosque seco es un ecosistema en proceso de desertificación, principalmente debido a factores antrópicos y altamente susceptible a los efectos del Fenómeno El Niño. En el contexto rural, los pobladores optan por diversas estrategias de medio de vida dependiendo de su ubicación, cantidad de recursos y la demanda de los mercados, entre otros factores. A través de estas estrategias de modos de vida, se intenta satisfacer las necesidades alimentarias y otros requerimientos esenciales no-alimenticios de la unidad familiar. La diversificación de la producción, proveniente de actividades como la crianza de animales, la agricultura de secano, la extracción de leña y una incipiente apicultura, no es más que la respuesta a la variabilidad climática y los incentivos del mercado percibidos por los pobladores.

Algunos pobladores optan por consolidar una producción de autoconsumo y un excedente para comercializar, mientras que otros recurren al mercado para lograr ingresos y una eventual producción para autoconsumo. Ambas opciones se encuentran limitadas por sus activos ambientales y sociales La imposibilidad de lograr los requerimientos mínimos familiares obliga a los pobladores a optar por trabajos asalariados fuera de las parcela o procesos extractivos rentables. La existencia de mercado para ciertos productos tendrá un efecto sobre las decisiones de inversión y producción de los pobladores (Rodríguez y Álvarez, 2001). Es por esto por lo que surge la necesidad de un mayor conocimiento de la seguridad alimentaria y nutricional para una intervención eficiente y eficaz a lo largo de nuestro territorio, es imprescindible y necesario fortalecer y generar capacidades de gobernanza sobre seguridad alimentaria y nutricional.

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