Por P. Dr. Giampiero Gambaro.
Uno de los dramas de las fiestas, es que hoy parecen ser una manera para olvidarnos de la vida ordinaria. Es como si alguien dijera que la vida le da asco, que la vida es algo horrible, estudiar no vale la pena, menos mal que existe el sábado, el domingo, Navidad, el fin de año, las vacaciones, porque me sirven para olvidarme de la vida o que la vida no es bonita, esa es una blasfemia.
La fiesta así se convierte en un engaño, la fiesta me aleja de la vida. En cambio, hay otra posibilidad, una fiesta que da sentido a la vida, una fiesta que no esconde el trabajo, la universidad, el estudio, nuestros hogares. Una fiesta que nos diga vale la pena continuar, amar, ser lo que somos. La fiesta puede ser tan débil porque nos podrían faltar los motivos de la felicidad, de la alegría, de la paz, de la serenidad.
¿Por qué estamos en la universidad? La universidad sirve para entender porque vale la pena vivir, porque vale la pena festejar. Si estudio, investigo mil cosas, pero la vida no tiene sentido, ¿De qué me sirve estudiar? La universidad no es solo hacer ciencia, sino es encontrar el sentido del porqué se hace ciencia, del porqué se busca la excelencia en la educación. Lo que falta hoy no es el método o las herramientas culturales, sino que falta el gusto de las cosas. La fiesta es preguntarse ¿Cuál es el motivo del por qué? estoy vivo, ¿Por qué y para qué estoy vivo?, ¿Por qué soy padre o madre, profesional? o ¿Por qué me lanzo en la política?
Franco Nembrini, un gran pedagogo y maestro, cuenta que una vez se encontraba corrigiendo exámenes cuando llegó su hijo, lo miró a los ojos y en esta mirada intuyó que él no quería entender lo que estaba haciendo, sino que lo miraba y le preguntaba: ¿Papá, tú sabes vivir, eres feliz, mi vida tiene sentido? Es una pregunta grande, radical. En la universidad, por excelencia, la pregunta que tenemos para los profesores es: ¿Ustedes han entendido por qué vale la pena vivir? ¿Te gusta la materia que estás enseñando? Nembrini decía: “¡Yo me sentí cuestionado!”.
Preparamos esta fiesta para entender si Navidad tiene un secreto, para que nos ayude a decir que no nos estamos equivocando en ser vivos, no es una pérdida de tiempo estudiar, dar exámenes, sino es lo que tenemos que hacer porque esta cosa es muy bonita, tiene sentido, es una vocación, vale la pena.
El Adviento para la universidad
Debemos entender qué es el Adviento, qué es ser universidad, cuál es la relación entre Adviento y universidad. ¿Qué es el Adviento? Es una donación de la Iglesia para sus hijos para vivir la vida. La vida hay que vivirla bien, con los sentidos, con nuestros cuerpos, con nuestras inteligencias. El Adviento es el inicio del año litúrgico, cuatro semanas para preparar Navidad. Los cuatro domingos del Adviento están divididos de dos en dos, las primeras dos hablan de otras cosas diferentes a la Navidad, solo las segundas dos hablan de la Navidad. Las primeras hablan del final del mundo. Este es el tema: ¿El universo terminará? Somos universidad, significa que estamos caminando hacia una cosa sola, “uni” significa único y “verso” es el latín para decir hacia[1]. Universo. Universidad significa que la historia está caminando hacia una sola cosa, esto es algo serio, importante, típico del cristianismo, pensar que el tiempo tenga una dirección, que la historia es Providencia, que la historia es sabia y tenemos una luz gentil que nos haga caminar dentro una realidad que parece algo caótica, pero tiene una dirección.
Tenemos el problema de estar en relación con lo que está llegando en contra del adviento. Alguien dijo que el hombre es su relación con el futuro. De cómo estoy de frente a mi futuro depende todo. ¿Qué tengo de frente a mi? Los jóvenes universitarios son el futuro de esta sociedad. Se trata de que ustedes tomarán el timón de la sociedad. El Adviento es ver que un futuro está llegando. ¿Lograré verlo o no?A menudo la gente se pierde en análisis de la realidad, sociólogos que te presentan estadísticas, proyecciones, te hacen el diagnóstico. Está bien, pero lo más interesante no es lo que sucede, sino hacia donde estamos caminando. Sabemos que una cosa muy bonita podría ser el preludio de un desastre, y una cosa muy sufrida puede ser el inicio de una maravilla, el parto es algo bastante sufrido, pero es el inicio de la vida, la ebriedad de la velocidad puede ser el preludio de un choque. ¿Cuál es tu relación con el futuro?, esta es la pregunta del Adviento. Entender lo que está llegando a mi encuentro.
A un cierto punto me dicen que mis estudios y la carrera en la que estoy no servirán de nada, que me tocará trabajar en algo que no tiene nada que ver con los estudios que estoy haciendo, ¿Cómo lograré continuar estudiando? Mi futuro se convierte en un cielo oscuro sin estrellas, y empiezo a tener angustia, que significa tener la sensación de estar en una esquina angosta, en un rincón en donde no encuentro salida. ¿Qué pasa a una persona que no tiene esperanza? Busca compensaciones. Si me han dicho que lo que estoy haciendo no sirve a nada, amontonaré en los abismos de mi ser la necesidad de unas remuneraciones, de compensaciones, como salir todas las noches, drogarme, emborracharme, comer desordenadamente para tener un aturdimiento. Cuando el juego se hace difícil, son momentos importantes, son momentos en que uno se pregunta si hay algo de substancia, si hay espesor en ti. Decía un gran padre de la Iglesia, Máximo el Confesor, que el hombre vive siempre al borde del abismo. Es suficiente que una persona te rechace, que algo no esté de acuerdo a tus expectativas y con dolor, catas la nada que llega en contra de ti, y así descubres si hay algo dentro de ti o menos. San Agustín dice que hay como dos posturas complicadas de frente a esta nada: a) haber perdido la esperanza, o b) tener una esperanza, pero sin fundamento, una cosa que no se rige de pie, y peor es esta última condición.
¿Qué es la soberbia? Es cuando hago la ecuación de si lo que pienso es igual a la verdad, o lo que veo o siento es la verdad, lo que toco o percibo es la verdad. Sabemos que no es así. Porque nosotros nunca logramos ver todo, vemos solo unas partes, hacemos síntesis de pocos elementos y pensamos que sea el todo. Tendemos a confiar en nosotros solos, cuántas son las veces en que estamos convencidos de verdades, pero que finalmente son otras cosas. Cuántas veces te hacen el proceso a las intenciones, pensaban entender todo de ti, pero te han visto solo desde una perspectiva. Sabemos que el oído es selectivo, algunas cosas o algunas personas no las escuchamos y oímos sólo las cosas que tenemos en el corazón. Esperanzas sin fundamento.
Adviento es no reducir la realidad, la verdad a cuanto puedo ver, oír, tocar, pensar, sentir, a cuanto puede entrar en mi mente, en mi razón. Adviento es prepararse a ver el bien llegar hacia ti y no encontrarse en la situación de que habla el profeta Jeremías: “Y no verá el bien cuando viniere” (Jr 17,6). No ver el tesoro escondido en la realidad es cuando no veo el potencial escondido en ti, en mis amigos, en mi pareja. Ver el bien cuando llegue, es quien sabe no absolutizar la primera impresión. ¿Por qué no se ve el bien? Porque se está mirando a otra cosa. Cuando estoy convencido de que mi vida depende de lo que los demás piensan de mí, pierdo el hilo de mi dignidad, de mi grandeza, y estoy dispuesto a despreciar mi dignidad vendiéndome, y no me doy cuenta que, por ejemplo, el decepcionar a alguien me puede hacer libre. De repente, un examen jalado, es una gracia, es un bien, y por lo contrario ciertos éxitos son engaños, y cuando todos te aprecian, te aplauden, es nada más que saber jugar bien en las idolatrías de los demás, si quiero a todos significa que me he convertido en un personaje de las idolatrías de los demás.
Adviento es un regalo para pensar y entender que si mis ídolos me hacen ciego, pero hay un bien que está llegando. Dios no se está olvidando de mi.
El Adviento es el bien que llega, y estas no son nuestras expectativas. Alguien dijo que el hombre sufre porque busca en las cosas lo que no está, y muchos sufren porque miran solo a lo que está faltando en la realidad. Recordamos que Blas Pascal dijo que en el mundo hay bastante luz para quien quiere ver, y bastantes tinieblas para quien no quiere ver. El verbo hebreo para vigilar deriva de un objeto, el almendro. ¿Qué significa hacer el almendro? El almendro tiene una característica, florece primero, es el albor que anuncia a todos los demás albores que ha llegado la primavera. Cuando estamos de invierno comenta, no estamos muertos, está llegando la vida. Un almendro es una persona que ve en la muerte el preludio de la resurrección, ve en la pandemia una posibilidad para crecer en generosidad, en sensibilidad, en atención, en un necesitado el Señor que está llegando. Los cristianos somos los almendros del mundo, anunciamos la gracia que llega en las cosas que parecen equivocadas, absurdas, extrañas. ¡En la cruz miramos la salvación! Dios es capaz de transformar esta historia complicada, extraña, y quizás hasta absurda, en un camino de gracia, y los almendros florecen porque Tú Señor estás llegando. ¿Cuántas veces el Señor se acercó a nosotros?
Adviento es un tesoro escondido en el campo, ver el bien en los desafíos, ver el bien que llega implica vigilancia. Podemos así preguntarnos: ¿Cuáles son las cosas buenas que ya conozco y que me toca proteger, que no puedo desperdiciar algo así de maravilloso? Y ¿Cuál es la gracia que no conozco? ¿Dónde no he visto el bien todavía, en lo que estoy rechazando de mi vida?
Podemos rezar juntos en estos días de Adviento así:
Por la mañana: “Señor concédeme la posibilidad de entrar en esta jornada tal y como está, y no como la espero”.
Por la noche: “¿Cual ha sido la gracia de este día?”
Ven Señor Jesús
[1] Piensa en el “metaverso” de Mark Zuckerberg, el más allá del sentido.
Gracias Padre, hermosa reflexión, más ahora, que nos dejamos abrumar por la agitada vida que queremos llevar, después de todo, en estos tiempos, si Dios ha permitido que estemos vivos, es por algún propósito. Dios nos ayude a descubrirlo y lo más importate, seamos dóciles a su voluntad.