“La tierra nos es donada”: Francisco, Laudato si’ y la vigencia de los clásicos

Laudato Si’

“La tierra nos es donada”: Francisco, Laudato si’ y la vigencia de los clásicos

 

Juan Valle, Fondo Editorial UCSS

El papa Francisco sobresale por su voz enérgica y a la vez exhortante dirigida no solo a católicos sino a “todos los hombres de buena voluntad” (Lc 2,14). Como todo padre, lleno de esperanza en sus hijos, se inquieta por la situación y el espacio en el que hoy se ven envueltos. En la Carta encíclica Laudato si’ del Santo Padre Francisco sobre el cuidado de la casa común (LS), encontramos una preocupación genuina y actual con la de muchas personas en torno a la protección del planeta y la vuelta a una mirada interior para que esto sea posible. De igual forma, en toda la gran base bibliográfica que guarda la encíclica, el Papa nos recuerda que en las sagradas escrituras se retrata la relación del hombre y el espacio en el que Dios lo coloca, primero en el Paraíso y después en este mundo que tuvo que transformar.

También, ese mismo espacio natural ha sido motivo de un asombro recogido en la literatura de todo aquel pueblo que mantuvo una relación con este para sobrevivir. Por ello, nos damos cuenta que el texto del Santo Padre puede compartir, de forma vigente y necesaria, con los autores clásicos la admiración, el amor y cuidado por este mundo y la belleza que guarda. Siendo así, desde el Fondo Editorial UCSS encontramos una feliz coincidencia intertextual con las Bucólicas y Geórgicas del romano Virgilio, apoyándonos en el análisis de grandes hermeneutas como Jorge Wiesse, Carlos Gatti y, sobre todo, con el trabajo crítico y de traducción realizados por el maestro Julio Picasso†.
 

La fragilidad y belleza del mundo

En su texto, el Papa nos recuerda a san Francisco de Asís, del que tomó su nombre “como guía e inspiración” (LS 10). Para el sumo pontífice, este santo “es el ejemplo por excelencia del cuidado de lo que es débil y de una ecología integral, vivida con alegría y autenticidad” (LS 10). De igual forma, fue “un místico y un peregrino que vivía con simplicidad y en una maravillosa armonía con Dios, con los otros, con la naturaleza y consigo mismo. En él se advierte hasta qué punto son inseparables la preocupación por la naturaleza, la justicia con los pobres, el compromiso con la sociedad y la paz interior” (LS 10).


 
Ahora bien, encontramos en los pastores de las Bucólicas sujetos que se admiran y alegran por las plantas y animales a su alrededor. Podemos ver, en sus hermosas competencias poéticas por alabar al ser amado, la manera en que su pensamiento está impregnado de la geografía e incluso modela su carácter. Nos dice Julio Picasso en el prólogo de su traducción: “El motivo predominante de las Bucólicas es evidentemente la belleza de la naturaleza, que consuela el espíritu y señala el tipo ideal de vida, es decir, el contacto asiduo y amoroso con la inocencia y salubridad de los campos” (Picasso, 2004, p. 10). Vemos esto en la III bucólica, tras los duelos en verso entre Dametas y Menalcas, solo detenidos por el moderador Palemon:

Palemon

Recitad, ya que estamos sentados en blanda yerba,
y ahora todo campo, todo árbol ahora está en parto,
ahora los bosques reverdecen, ahora es la más bella estación […].

(Virgilio, Bucólicas, 2004, p. 49)

 

Dametas

Dulce es el agua a los cultivos, el madroño a los cabritos destetados,
el flexible sauce a la oveja preñada […].

(Virgilio, Bucólicas, 2004, p. 50)

 

La naturaleza nos lleva a edificarnos y pensar en los demás

Sin embargo, entre los pasajes más bellos que encontramos en Laudato si’, vemos el referido al trato que nuestro Señor mantuvo con la naturaleza, sobre todo a través del trabajo. Con ello el Papa nos invita a seguir el modelo de Jesucristo, quien trató con amor la creación del Padre y al mismo tiempo, lleno de sencillez, trabajó en armonía con ella sin utilizarla al punto de reducirla a un mero objeto. De esta forma, Francisco afirma:

El Señor podía invitar a otros a estar atentos a la belleza que hay en el mundo porque él mismo estaba en contacto permanente con la naturaleza y le prestaba una atención llena de cariño y asombro. Cuando recorría cada rincón de su tierra se detenía a contemplar la hermosura sembrada por su Padre, e invitaba a sus discípulos a reconocer en las cosas un mensaje divino: “Levantad los ojos y mirad los campos, que ya están listos para la cosecha” (Jn 4,35). […] Jesús trabajaba con sus manos, tomando contacto cotidiano con la materia creada por Dios para darle forma con su habilidad de artesano. Llama la atención que la mayor parte de su vida fue consagrada a esa tarea, en una existencia sencilla que no despertaba admiración alguna: “¿No es este el carpintero, el hijo de María?” (Mc 6,3). Así santificó el trabajo y le otorgó un peculiar valor para nuestra maduración. (LS 97-98)

Siglos antes, encontramos en Virgilio esta relación armoniosa con la naturaleza y su transformación en provecho del hombre, pero sin llegar a un punto despiadado, sino más bien, edificándose a sí mismo. En este punto, recordamos lo dicho por Carlos Gatti (tomando como base la traducción de Julio Picasso), en torno a la noción del trabajo en las Geórgicas: “El trabajo en Virgilio es ley inflexible y santa para el hombre […]. Crea mediante el trabajo […]. Así se vuelve persona, lo que supone no limitarse a aprovechar lo que la naturaleza ofrece o lo que la casualidad trae consigo, sino actuar y producir. Y esta labor que apunta a la prosperidad exige armonía y paz, con la naturaleza y con el prójimo” (Gatti Murriel, 2012, pp. 291-292).

Igualmente, el sujeto lírico de las Geórgicas halla espiritualidad y nobleza tales que lo cautivan y llaman a preservarlas para los demás a través del consejo de técnicas agrarias. Por esa razón, las criaturas que le han precedido, en el caso de las abejas de la IV geórgica, más allá de su belleza, inspiran un patrón de comportamiento y virtudes que pueden llegar a encauzar su espíritu. Julio Picasso afirma, entonces, que en Virgilio “no hubo nunca puro afán estético. Siempre buscó el rerum cognoscere causas: por qué y para qué el hombre vive” (Picasso, 2004, p. 124).

IMAGEN APICULTURA

Asimismo, Picasso, en torno a Virgilio, nos habla de la profundidad y guía a la que puede llevarnos contemplar la labor de seres muy humildes: “Las abejas son el modelo, incluso la utopía, de la sociedad reconstruida con la que él soñaba. La vida de las abejas es amor y gloria; ambas palabras se encuentran en el mismo verso en el que el poeta ensalza su muerte voluntaria, causada por el peso excesivo del polen: tantus amor florum et generandi gloria mellis: ¡tan grande es su amor por las flores y su gloria en producir miel!” (Picasso, 2004, p. 125). En el pasaje sobre el apicultor y el panal de abejas que mostramos a continuación, corroboramos dicha postura de Picasso:

Es un hervidero de trabajo. Las fragantes mieles huelen a tomillo.
Como cuando los Cíclopes forjan apurados los rayos
con metal derretido […]
rivalizando de fuerza entre sí, levantan en cadencia los brazos
y voltean el hierro con las mordedoras tenazas.
No de otra forma —si es lícito comparar lo pequeño con lo grande—
las abejas de Cécrope son impulsadas a acumular por un deseo innato,
cada cual en su oficio. La tarea de las mayores está en las colmenas […].
Las menores se fatigan regresando tarde en la noche,
con los canastillos de sus patas llenos de tomillo […]
Todas se reposan al unísono, todas al unísono trabajan. […]
A veces también, volando, se quiebran las alas en las duras piedras
y entregan su espíritu bajo el peso de la carga,
¡tan grande es su amor a las flores y su pundonor en producir miel!

(Virgilio, Geórgicas, 2004, pp. 219-220)

 
De ir un poco más allá, sin temor a equivocarnos, podríamos decir que Laudato si’ adquirirá el valor de un clásico, ya que obedece, como sugiere Jorge Wiesse Rebagliati sobre la naturaleza de este género, a una “condición interpelante, apelativa, vocativa […] nunca deja de llamarnos, de apelar a nosotros, a nuestra sensibilidad y a nuestra inteligencia” (Wiesse Rebagliati, 2014, pp. 418-419). Para concluir, no podemos dejar de recordar el pedido del Santo Padre para tomar en cuenta que el cuidado de este mundo tiene que ser visto con “solidaridad intergeneracional” (LS 159), por ello, “si la tierra nos es donada, ya no podemos pensar solo desde un criterio utilitarista de eficiencia y productividad para el beneficio individual. No estamos hablando de una actitud opcional, sino de una cuestión básica de justicia, ya que la tierra que recibimos pertenece también a los que vendrán” (LS 159).
 

 

Referencias

Francisco. (2015). Carta encíclica Laudato si’ del Santo Padre Francisco sobre el cuidado de la casa común. Recuperado de http://w2.vatican.va/content/francesco/es/encyclicals/documents/papa-francesco_20150524_enciclica-laudato-si.html

Gatti Murriel, C. (2012). Actualidad de las Bucólicas y las Geórgicas de Virgilio. Studium Veritatis N. 16, 291-292.

Virgilio. (2004). Bucólicas y Geórgicas. Presentadas, anotadas y traducidas por Julio Picasso Muñoz. Lima: Fondo Editorial UCSS.

Wiesse Rebagliati, J. (2014). Los clásicos hoy. Studium Veritatis N.18, 418-419.

Publicado el

Una respuesta a «“La tierra nos es donada”: Francisco, Laudato si’ y la vigencia de los clásicos»

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *