INICIATIVA. Pese a los desafíos, los futuros ingenieros de la Bella Perla de los Andes proyectan soluciones sostenibles para su comunidad.

Por Melany Jhomira Mamani Ricaldi, estudiante de Ingeniería Industrial de la UCSS, filial Tarma.

En el año 2025, Tarma, conocida como “la Bella Perla de los Andes”, vivió una Semana Santa profundamente significativa, que reunió a más de 25,000 visitantes entre turistas y fieles devotos. Las calles se llenaron de fe viva con procesiones solemnes, alfombras florales meticulosamente elaboradas, música sacra que envolvía el ambiente y momentos de recogimiento espiritual. Esta celebración, enmarcada en el Año del Jubileo, no solo fortaleció el espíritu religioso de la comunidad, sino que también tuvo un notable impacto en la economía local, promoviendo el turismo, el comercio y el empleo temporal en distintos sectores de la ciudad.
En un contexto como este, la ingeniería industrial cobra una relevancia que va más allá de los procesos productivos y la gestión de recursos. Para los estudiantes de una universidad católica como la Universidad Católica Sedes Sapientiae, el rol del ingeniero está profundamente ligado al servicio, a la construcción del bien común y a la promoción de soluciones sostenibles que beneficien a toda la sociedad. La Semana Santa nos recordó que incluso en celebraciones de carácter religioso, el conocimiento técnico y la vocación de servicio pueden ir de la mano. La planificación logística de eventos, la gestión del tránsito, el control de residuos, la organización de espacios y la experiencia del visitante son áreas donde la ingeniería industrial puede aportar de manera significativa.
Pero Tarma no solo es Semana Santa. La provincia cuenta con numerosos atractivos que reflejan su riqueza natural, cultural y espiritual. Lugares como la Gruta de Huagapo,el Santuario del Señor de Muruhuay, el Talleres de Arte Textil y el Festival Quriwayta representan oportunidades para desarrollar el turismo sostenible y revalorar nuestras tradiciones, generando empleo e identidad. En estos ámbitos, los jóvenes ingenieros tienen el desafío de proponer soluciones innovadoras que respeten el entorno, mejoren los sistemas productivos y eleven la calidad de vida de los habitantes.
La ingeniería, como disciplina integral, permite a los jóvenes no solo mejorar sus condiciones de vida, sino también contribuir activamente al desarrollo de sus comunidades. En una región como Tarma, donde predominan la agricultura y el turismo, aplicar la ingeniería a problemas reales como el acceso al agua, la conservación de productos agrícolas o la movilidad urbana es una forma concreta de transformar la realidad. El ingeniero industrial, desde esta visión humanista y cristiana, está llamado a ser protagonista del cambio, un agente de esperanza que combina la técnica con la sensibilidad social.
Ser ingeniero hoy implica más que diseñar sistemas eficientes; implica actuar con ética, con responsabilidad y con el compromiso de construir un país más justo, moderno y sostenible. Los jóvenes profesionales que deciden apostar por esta carrera tienen en sus manos una poderosa herramienta de transformación, capaz de generar progreso y dignidad para miles de familias. Así como la Semana Santa congrega a miles de personas en torno a la fe, la ingeniería convoca a una nueva generación de líderes que, desde el conocimiento, la creatividad y los valores cristianos, forjan un futuro mejor para Tarma y para el Perú.
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