En la última Jornada Docente de la FCEH, el rector, Dr. Gian Battista Bolis, compartió con los profesores el testimonio de la vocación docente de una de las autoridades más recordadas de la UCSS: La Prof. Giuliana Contini, ex decana de la Facultad. A propósito del Día del Docente Universitario, compartimos la conferencia completa:
Conocí a la profesora Giuliana Contini en 1978, en Cerdeña, Italia, donde era profesora de Letras e Historia en un instituto tecnológico. Además, he compartido con ella la experiencia de Comunión y Liberación, el movimiento del cual ha sido responsable durante muchos años, engendrando muchos hijos en la fe. También he sido su vicepresidente en la Asociación Cultural Ícaro (asociación que se dedicaba a preparar a los jóvenes para el examen de madurez y a actualizar a los docentes en diferentes materias), la cual presidió. Cuento solo algunos testimonios de las tantas que recuerdo, las cuales nos ayudan a entender cómo es un profesor artesano de almas, como dice el título de esta conferencia.
El despertar de Franco Carboni
En 1985, poco después de licenciarme en Filosofía, me preparaba para un concurso estatal de nombramiento de docentes de institutos superiores, para la cátedra de Literatura Italiana e Historia. Y, aunque nunca había estudiado Literatura en la universidad, pero mi preparación en el liceo clásico fue muy buena, la profesora Giuliana se ofreció a ayudarme. Pasaba por mi casa después de sus clases por las tardes, me asignaba tareas, me dejaba libros y al día siguiente pasaba y me interrogaba, todo de forma gratuita. Esto duró cuatro meses. Rendí el examen oral ante una comisión de tres docentes y obtuve la máxima nota. Se sorprendieron al saber que no había estudiado Literatura, sino Filosofía, y me preguntaron quién me había preparado. Les contesté que la profesora Giuliana Contini, a quien conocían bien, ya que era muy famosa en Cerdeña. Cuando le conté esto a Giuliana, ese mismo día, celebró mucho por mí y, poco después, me comprometió en una tarea: Ayudar a otro alumno, Franco Carboni. Él se había accidentado antes del examen de madurez, había caído en coma y se despertó después de unos días. Debía rendir el examen en un mes, pero había olvidado casi todo del último año, así que había que ayudarle a recuperar la memoria de lo estudiado en literatura el último periodo. Me puse a trabajar con él y el primer día me contó que, durante el último año, había discutido mucho con Giuliana porque no le gustaba la literatura, sino que estaba más interesado en la física, la química y las matemáticas. Sin embargo, Giuliana constantemente le reprochaba que, siendo un buen alumno, debía interesarse más por la literatura. Pero cuando Franco estaba en coma, ella iba todos los días al hospital, le hablaba y al escuchar su voz (Giuliana tenía una voz perfecta de docente, no necesita micrófono), Franco recuperaba la consciencia. Hasta después de unos días logró despertarse y comunicarse. Al despertarse, quiso ver a Giuliana y a partir de ahí se abrió a la fe y a la vida cristiana.
Mauro Meloni, de la Fórmula 1 a la docencia.
Mauro también fue alumno de Giuliana, el más brillante de su clase, aunque esquivo, alejado de la fe, pesimista y parco. Estudiaba una carrera técnica. Giuliana fue su profesora de Literatura, naturalmente. Giuliana se dio cuenta que le interesaba el automovilismo, la Fórmula 1. A Giuliana le interesaba el deporte como las matemáticas o el dinero, realidades con las que estaba totalmente negada. Durante el último verano, de tres meses de vacaciones en Italia (junio, julio y agosto), se desarrolló un importante evento, una competencia de Fórmula 1. Giuliana, sabiendo que Mauro era de una familia muy pobre, compraba diariamente el principal periódico italiano deportivo y recopilaba todos los reportajes sobre Ayrton Senna, en particular, para entregárselos a Mauro al inicio del siguiente año escolar. Mauro se casó por la Iglesia, estudió Literatura en la universidad y se convirtió en un extraordinario profesor de Literatura e Historia.
Eugenio Cocco: La oportunidad de un camino diferente.
Fue alumno de Giuliana en el ITIS y estudiaba una carrera técnica. Giuliana lo tuvo durante los últimos tres años. Era un poco mayor que sus compañeros y parecía el padre de ellos, grande y con una barba tupida. Giuliana se dio cuenta que tenía una mirada triste y estaba alejado de todos. Descubrió que venía de un pueblo de la periferia de la ciudad, caracterizado por altos índices de corrupción y violencia. La adolescencia de Eugenio había sido muy triste y lo había envuelto en ambientes poco saludables. Giuliana comenzó a tratarlo con mucho respeto y poco a poco se abrió y se convirtió en un excelente alumno, al menos en Literatura. Tenía muchos hermanos y, para ayudar a su familia, horneaba pan artesanal por las noches, que su padre vendía informalmente. Esto llevó a que su padre fuera encarcelado poco tiempo después. Al final del año escolar, después de terminar las clases y haber aprobado todos los cursos, Eugenio invitó a Giuliana a comer a su casa. Como entonces ella no manejaba, me pidió que la acompañara. Yo también había conocido a Eugenio porque había comenzado a frecuentar el grupo de estudiantes de Comunión y Liberación, que Giuliana dirigía. Terminé siendo el chofer e invitado. Recuerdo la impresión al entrar en la casa: Una habitación precaria con un techo rústico y un piso de tierra, lo cual es muy raro en Cerdeña y es signo de evidente pobreza. La madre, una señora anciana, vestida completamente de negro (típico de las mujeres ancianas de Cerdeña). No recuerdo si el padre estuvo ausente o presente, pero sí recuerdo que la mesa tenía un mantel bordado, platos, copas y cubiertos muy finos (probablemente el ajuar de bodas de la madre que había conservado, como es tradicional en la familia, para grandes eventos). Había preparado la mejor comida regional y recuerdo que pensé que seguro habían comido arroz con huevo durante toda la semana para poder comprar los ingredientes para este almuerzo. No recuerdo si la madre dijo algo, solo me quedó en la memoria la impresión de que era consciente de que el encuentro con Giuliana había sacado a su hijo de un mal camino, uno peligroso. De allí la gratitud que expresaba el almuerzo. Eugenio estudió después en la Facultad de Letras y Filosofía, entró al seminario y desde hace varios años es sacerdote. Colaboré durante 14 años con Giuliana en Cerdeña y, después de 11 años en Chile, continué colaborando con ella en la Sedes Sapientiae, durante 13 años, hasta 2019, cuando regresó a Cerdeña. He sido testigo de su incansable espíritu pedagógico y misionero, y creo que si algo he aprendido del trabajo docente se lo debo, en gran parte, a ella.
Pero ¿Qué hacía de Giuliana Contini una docente de vocación? Les comparto algunos aspectos sin orden de importancia.
«No podemos pretender que los alumnos prefieran nuestra materia, pero podemos hacer todo lo posible para que se apasionen por ella.»
- Pasión por la materia. Lo ideal es que el docente enseñe algo que le interese, le guste, le apasione. Como han escuchado repetidamente en la UCSS, San Agustín decía «nemo nisi per amicitiam cognoscitur», lo que significa que “sin afecto e interés, no se conoce de verdad a nadie -y por extensión, a nada-“. Sabemos que la pasión es contagiosa. Mi sobrina nieta es hincha del Inter desde que nació, por contagio de su madre, su abuelo y su tío; espero que mi otro sobrino nieto, mi ahijado; por el contrario, por contagio de su padre y mío, sea hincha del Atalanta. Puede haber divisiones en la familia, pero no por los colores. No podemos pretender que los alumnos prefieran nuestra materia, pero podemos hacer todo lo posible para que se apasionen por ella. Naturalmente, en un contexto como el nuestro, en pregrado, es frecuente que se nos pida enseñar también cursos afines a nuestros intereses principales y no del todo conocidos por nosotros. Les aseguro que, si los tomamos con seriedad, después también nos apasionaremos por estos cursos nuevos. Además, la pasión por más temas es un signo de genialidad. Los grandes genios de la humanidad solían cultivar disciplinas muy diferentes. Einstein, por ejemplo, además de la física, tocaba el violín y el piano forte, y esto es típico de los genios. No hay cursos importantes y otros inútiles. Hay cursos bien enseñados y otros mal enseñados, con un corolario: dosificar las tareas a casa de manera que el alumno tenga tiempo de estudiar también las otras materias. En este sentido, sepan que hay que tener mucho criterio con lo que son exposiciones y otras actividades muy similares. Finalmente, la pasión por la materia implica una constante actualización. Prefiero la palabra «profundización»; no se puede repetir un curso siempre del mismo modo. La profesora Giuliana, como leerán en su libro, aprendió esto en la universidad, escuchando al profesor Mario Apollonio.
«No hay cursos importantes y otros inútiles. Hay cursos bien enseñados y otros mal enseñados.»
- Preparación de la clase. Clase, tareas, evaluaciones… Comenzaremos con lo último, la evaluación. En una charla con algunos de ustedes hablé de la evaluación y su origen etimológico. Hoy me limito a decirles que un profesor que diga «no me gusta corregir los exámenes» es mejor que busque otro trabajo, a menos que añada que no le gusta fatigarse. Y el problema, entonces, está claro, así como también lo está la solución. Hay personas a las que no les gusta trabajar, cocinar, limpiar, manejar; no hay problema. Solo hay que hacer «de tripas corazón» y, normalmente, con el tiempo, la personalidad ya se forma, se reestructura con gran beneficio para uno y para los que lo rodean. Aprendí mirando a Giuliana que, al corregir los exámenes, ella anotaba en la hoja las observaciones del alumno; hoy en día lo conocemos como retroalimentación. Evitar los exámenes, tomarlos con superficialidad, hacer exámenes para marcar en general, con todo respeto, es de flojos y hace el mismo daño que hace un albañil que, por flojera, pone poco cemento entre los ladrillos. El otro aspecto muy importante es la preparación de la clase; en esto, Giuliana siempre fue muy preocupada, y cada semestre o cada año preparaba meticulosamente los materiales de las clases. Nosotros tenemos, y creo que ustedes aún usan, algunos de sus libros. Otra característica es la puntualidad; siempre llegaba antes, incluso cuando fue decana en la UCSS. Para ella, la clase era sagrada; se enfermaba solo durante los fines de semana o las vacaciones. Hay una enseñanza también para nosotros: no hay que anteponer nada a las clases. Con Giuliana, los alumnos aprendían no solo la materia, sino también un estilo de trabajo; es justo decir que cuidaba la enseñanza con el mismo espíritu de un artesano, de un artista.
«Evitar los exámenes, tomarlos con superficialidad, hacer exámenes para marcar en general, con todo respeto, es de flojos y hace el mismo daño que hace un albañil que, por flojera, pone poco cemento entre los ladrillos.»
- Atención a la persona (el alumno no es un número). Como todo verdadero maestro, Giuliana siempre tuvo una debilidad por dos tipos de alumnos: los muy inteligentes y los muy serios y esforzados. Pero en general, su interés siempre se dirigía a la persona. Muchos de sus alumnos se han convertido en discípulos y las relaciones han durado mucho más allá de las aulas. La relación con Giuliana siempre ha significado un reto, un desafío. Puedo decir que su amistad siempre relanzaba lo ideal y no era complicidad hacia la comodidad.
«Muchos de los alumnos de Giuliana Contini se han convertido en discípulos y las relaciones han durado mucho más allá de las aulas.»
- Pasión por el ser humano. Esta es la característica del cristianismo, una pasión por el hombre. Puedo decir que si tuviera que describir el rasgo más destacado de Giuliana como educadora, docente e incluso funcionaria (decana), diría que se trata de una persona apasionada por todo lo grande, lo bello, lo digno que se encuentra en el ser humano. Y esto va desde los tesoros del arte y de la poesía hasta el cuidado de la oficina, de la portada del libro y el reclamo a los alumnos y alumnas cuando llegaban a clase descuidados o indecentes en su vestir. Podría omitir la atención a los grandes acontecimientos, no solo locales, sino también una apertura al mundo que. sintéticamente, del nivel educativo, nunca he encontrado en Giuliana mezquindad o búsqueda de comodidad o privilegios. Puedo decir que relacionarse con ella, ya sea como alumno, como colega o como amigo, siempre ha significado relacionarse con los grandes ideales que orientan su existencia y, generalmente, podemos decir, la vida de un cristiano. Como dice la tradición: «Homo viator, spe erectus», “Un hombre caminante regido por la esperanza”.
«Relacionarse con Giuliana, ya sea como alumno, como colega o como amigo, siempre ha significado relacionarse con los grandes ideales que orientan su existencia.»
También te puede interesar:
La pasión por la educación es fijarse por el amor hacia la persona.
Es lo que aprendí de la maestra Giuliana Continúa.