Por Kristhian Ayala
Con casi 11 millones de habitantes, Lima es una de las más grandes metrópolis de Sudamérica. Sin embargo, pese a tener un crecimiento urbano desproporcionado de más de 80 años de constante expansión, bajo los pies de los limeños y limeñas existe una historia escrita y miles de curiosidades de una ciudad de incesante avance en medio de un particular desierto costero. A continuación:
1. La segunda capital
Fundada el 18 de enero de 1535 por el conquistador español Francisco Pizarro, como Ciudad de los Reyes de Lima, en honor a los Magos de Oriente que visitaron al Niño Jesús (una tradición muy celebrada en España, tanto como la Navidad), fue la segunda ciudad capital del Virreinato del Perú, luego de la estratégica Jauja, en el Valle del Mantaro, pero que ante la necesidad de estar cerca al mar frente a cualquier rebelión incaica en los andes, deciden explorar el Valle del Rímac, al que, debido al clima veraniego de enero, la proximidad al mar, el acceso a los andes, una amplia bahía y un fuerte natural, como la Isla San Lorenzo, deciden trasladar la capital al nuevo valle. Pizarro, que ya había protagonizado la conquista y el trazo urbano en ciudades de España, Santo Domingo y Panamá, seguiría el protocolo colocando una picota y clavando en ella el edicto de la fundación de Lima, cortó con su espada un pedazo del tronco y cortando la hierba de cada esquina del lugar gritaba “¡Fundación! ¡Fundación!” (Günther, 1996).
2. El escudo de Lima
Dos años después de la fundación, el 7 de diciembre de 1537, Lima recibe su primer escudo real, otorgado mediante Real Cédula firmada en Valladolid por el Emperador Carlos V y su madre la Reina Juana I de Castilla. Dicho documento decía: “Un escudo en campo azul, con tres coronas de oro de reyes [Por los Magos de Oriente], puestas en triángulo, y encima de ellas, una estrella de oro [la Estrella de Belén], la cual cada una de las tres puntas de dicha estrella toque a las tres coronas, y por orla unas letras de oro que digan: Hoc signum vere regum est [Este es el verdadero signo de los reyes], en campo colorado, y por timbre y divisa dos águilas negras de corona de oro de reyes [símbolo de los reyes católicos], que se miren la una a la otra, y abracen una I., y una K., que son las primeras letras de nuestros nombres propios – Ioanna y Karolus – y encima de estas dichas letras una estrella de oro, según aquí van figuradas y pintadas”. El blasón de la ciudad se ha conservado como tal desde entonces.
3. Un desierto verde
La expedición para la localización de la nueva capital, integrada por Ruy Diaz, Juan Tello y Alonso Martín de San Benito, salió de Pachacamac, centro religioso tomado por el ejército español como enclave estratégico, hacia el valle del río Rímac [río hablador, en quechua] y lo que hallaron fue un vergel regado por canales prehispánicos que reverdecían el enorme espacio entre la bahía y las montañas. Dichos canales habían sido trazados por los antiguos moradores y tenían la finalidad de utilizar el entonces caudaloso río Rímac, proveniente de los andes, para regar las tierras desérticas y favorecer la agricultura. Estos canales han sido el legado milenario a la ciudad de Lima. Gracias a ellos se desarrollaron las chákaras o chacras, grandes extensiones de cultivo y, posteriormente, las huertas, las haciendas, cuyos nombres y ubicaciones dieron lugar a lo que hoy conocemos como distritos y urbanizaciones. Los canales del margen izquierdo del Rímac, que regaban la zona sur, eran el Huatica, Maranga, Magdalena, Guala, Lati [Ate] y Surco. En la actualidad, estos se encuentran cubiertos, a excepción del río Surco, y riegan subterráneamente las áreas verdes de distritos como La Victoria, Santa Beatriz, Lince, San Isidro (El Olivar), San Borja y algunos discurren debajo de las zonas elevadas de la Vía Expresa.
Fuente: HidráulicaInca
4. La Plaza de Armas: Piedra sobre adobe.
El aprovechamiento y el control del agua fue decisivo para establecer el centro de la ciudad en la misma ubicación que pertenecía al cacique Taulichusco, quien controlaba el riego del valle desde la plaza triangular en la que se encontraba su palacio, un altar y un corral de llamas que usaban para el transporte rápido. En dicha plaza triangular fue trazada la Plaza de Armas de Lima, en forma cuadrada y como centro del estilo damero que Pizarro adoptó de las ciudades españolas y las fundadas en Centroamérica. Asimismo, el conquistador construyó su palacio sobre el de Taulichusco e indicó que la catedral debía ocupar el lugar del antiguo templo prehispánico.
5. El último bastión
Como centro del Virreinato del Perú que abarcaba desde Panamá hasta Tierra del Fuego, era la ciudad más acaudalada y atractiva para el ataque de los piratas ingleses y holandeses que saboteaban el cargamento español de las riquezas que se extraían de las colonias. Ante esta amenaza, durante el gobierno del virrey Melchor de Navarra y Rocafull, entre 1684 y 1687, se construye la Muralla de Lima, que ocupaba la margen izquierda del Río Rímac y lo que hoy constituyen las avenidas Alfonso Ugarte, Paseo Colón, Grau y el límite este de Barrios Altos. La Muralla estaba construida del material predominante en Lima: el barro y adobe. Poseía diez portadas de estratégica importancia, como Barbones, Callao, Cocharcas, Guadalupe, Juan Simón, Maravillas, Martinete, Monserrate, San Jacinto y Santa Catalina; así como bastiones para la defensa efectiva de la Ciudad de los Reyes. Afortunadamente, Lima nunca fue atacada y en 1872, durante la república, en el gobierno de José Balta, se derrumbaron para la extensión de la ciudad y la construcción de áreas y paseos al estilo parisino (como el Parque de la Exposición). En la actualidad, solo uno de sus bastiones ha quedado en pie y puede ser visto. Se trata del Baluarte de Santa Lucía, a unos metros de la Plazuela del Cercado, en Barrios Altos, límite con El Agustino. Por otro lado, se encuentra el contrafuerte y tajamar del Río Rímac, descubierto hace algunos años, cuyo objetivo era proteger la ribera de las crecidas del río, a la altura del conjunto arquitectónico de San Francisco y el Palacio de Gobierno, y al que se ha denominado Parque de la Muralla.
6. Las tapadas limeñas y el empoderamiento de las mujeres de Lima
Durante tres siglos, la moda de la tapada limeña le dio personalidad a la ciudad. Lima, como tal, ciudad de nombre femenino, iba a tono con la imagen de la tapada limeña que recorría sus calles, paseos, templos y mercados. Le dieron, junto con el balcón limeño, el toque morisco y único respecto a todas las demás ciudades del Virreinato del Perú y de América. Ninguna otra ciudad ostentó este atuendo que se convirtió en la identidad de la mujer limeña. Se trataba de una manta, generalmente oscura, ceñida a la falda y que cubría su espalda, dejando a la vista solo sus menudos pies, sus delicadas manos y un ojo. Una peculiar vestimenta para el clima templado de Lima y que sirvió para la coquetería y la conspiración a favor de la Independencia del Perú. Surgió en el siglo XVII y su uso fue un legado de la España morisca, existente aún en la ciudad de Vejer de la Frontera, pero que en Lima adquirió un particular encanto, al punto de ser la inspiración de costumbristas, como Pancho Fierro, Ricardo Palma, Manuel Asencio Segura, artistas viajeros, como Max Radiguet y Mauricio Rugendas; y otros que la revivieron en la fotografía, como Eugenio Courret; así como primigenias feministas, como Flora Tristán, que le dedicó una singular descripción sobre la belleza y la presencia que estas tenían en la ciudad. Luego de sobrevivir a la censura de virreyes y del clero, la moda de la tapada limeña, quizá la más duradera de la historia moderna de Lima, sucumbió luego de 1860, ante la llegada de las influencias francesas en el vestir.
7. El balcón limeño
Sin duda, el balcón limeño es parte del patrimonio arquitectónico y monumental de la Ciudad de los Reyes de Lima. Tal como las tapadas, ha protagonizado tanto el virreinato, como la república y son aún visibles en el casco histórico de la capital. Sin embargo, también se le ha atribuido ser una copia de los balcones de la España post ocupación árabe, en especial de las Islas Canarias. Lo cierto es que sobre la originalidad de los balcones limeños la UNESCO, que otorgó a Lima la distinción de Patrimonio Cultural de la Humanidad, ha reconocido que estos tienen características propias que los diferencian de otros balcones tanto en América, como en España. Lo cual no es una alegoría arquitectónica, sino una adaptación, cuya diversidad los hacen únicos. Según Günther (1996), los hay de diversas formas y ubicaciones: en las esquinas, corridos a fachada entera o divididos por una portada, además de poseer una celosía que permitía ver sin ser visto, una característica muy limeña, al igual que sucediera con las tapadas, dándoles un toque voyerista y chismoso. Pero la existencia de los balcones siguió todo un proceso. Durante el siglo XVI aparecieron los llamados balcones de antepecho, es decir, los que más se conocen en las ciudades del mundo. Luego, en el siglo XVII aparece el balcón de cajón, el nacimiento del balcón propiamente limeño. Por otro lado, junto con los balcones, tenemos también las teatinas, sistema de ventanales salientes en los techos de las casas que permitían el ingreso de la luz durante el día y el ingreso de aire para la ventilación de las salas y habitaciones. En las últimas décadas se han recuperado varios de los más emblemáticos balcones limeños, fachadas y casonas de origen virreinal y republicano.
8. La ciudad entre el mar y las nubes
Lima ostenta la característica de ser la única ciudad capital de Sudamérica a orillas del océano. Su característica geográfica fue clave para su elección estratégica y política por los conquistadores españoles, pero mucho antes por sus antiguos habitantes. El clima es húmedo, templado, es decir, no baja de los 12°C ni sube más allá de los 32°C. Los vientos del sur casi siempre visten su franja litoral con una neblina que choca con el Morro Solar, que funge de rampa natural, y la deja caer lacónicamente en Barranco y Miraflores, permitiéndole a Chorrillos tener más sol en las mañanas de verano. Sin embargo, durante el otoño y el invierno, la neblina invade gran parte de Lima y la convierte en la “Londres de Sudamérica”, tanto de noche, como de día, dándole un toque misterioso y melancólico a la ciudad, además de tener un cielo gris, una gruesa capa de nubes, que durante nueve meses cubre la ciudad e impiden ver el horizonte marítimo, el Morro Solar, las montañas y las islas.
Sin embargo, no es sino hasta mediados del siglo XX que un gran proyecto le regala a Lima la posibilidad de interactuar más con su mar, además de la pesca, y aprovechar los balnearios ya existentes y tener un circuito de playas unidas por una vía que integre los otros distritos litorales. La Costa Verde es un proyecto que nace de otro gran proyecto: La Vía Expresa de Lima, construida sobre el viejo camino prehispánico y posteriormente ferroviario, más conocida como “el zanjón”. Toda la tierra removida de esta enorme zanja fue depositada entre los acantilados y el mar, creando la vía y un sistema de espigones para dar paso a la retirada del mar y el nacimiento de las playas, haciendo que Lima mirara hacia su mar y lo aprovechara masivamente, como antes ya lo hacían los baños de Chorrillos, Barranco y Miraflores.
Con las playas nacieron los clubes náuticos, los bailes de carnaval, los emblemáticos restaurantes y, sobre todo, la pasión por el surf y las olas, convirtiendo a Lima en una ciudad que hizo del surf una tradición.
9. La ciudad de los temblores y de la fe
La religiosidad de la Lima milenaria siempre ha estado ligada a la geografía. Esto por dos fenómenos característicos: El Niño y los terremotos. Todas las culturas del litoral peruano atribuyeron a sus deidades estos desastres naturales y con ello la religiosidad adquirió relevancia en el día a día y en la cosmovisión de sus civilizaciones implorando piedad ante la ira de los dioses. Tras la llegada de los conquistadores españoles, el asentamiento de la nueva religión y la extirpación de idolatrías estos cultos se transformaron en fe. Los caminos y las huertas estaban protegidos por una Cruz del Caminante y los templos católicos eran los nuevos santuarios de imploraciones. Del sincretismo inevitable en un territorio memorable y rico surgen los cultos populares, las devociones y los milagros. Así, en el siglo XVII, nace la devoción limeña al Señor de los Milagros, una pintura de Cristo Crucificado y yaciente realizada en el muro del barrio de Pachacamilla (un reducto de indios traídos de Pachacamac, mestizos y esclavos) que no sucumbe ni ante el terremoto más fuerte de la historia limeña (1746). La devoción dio paso a la procesión de la réplica de la pintura del muro y con ella el surgimiento de una de las procesiones más grandes del mundo católico.
Asimismo, los frutos de la evangelización en el Nuevo Mundo, florecen en Lima con Santa Rosa de Lima (la primera santa de América), San Martín de Porres (el primer santo afrodescendiente de América) y los españoles, Santo Toribio de Mogrovejo, San Juan Macías y San Francisco Solano, quienes hallaron la plenitud de su santidad en el Perú y vivieron en Lima, donde también murieron.
10. Ciudad ocupada
Muy poco se ha dicho o ha querido decir de la ocupación chilena de la Ciudad de los Virreyes tras la derrota del ejército peruano en la defensa de Lima y la Guerra del Pacífico, quizá por lo negativo que significa en la historia o por lo doloroso que cuesta mantener la memoria de la violencia en Chorrillos, Barranco y Miraflores. Sin embargo, los tres años que duró la ocupación de la ciudad (1881-1883) socialmente tuvieron episodios y curiosidades que han sobrevivido en el tiempo.
Aún hoy existe la huella de la defensa de la ciudad en los reductos 2 y 5, en Miraflores y Surquillo. Sin embargo, los otros reductos [eran diez en total e iban desde el malecón de Miraflores hasta Ate] aún se mantienen ahí, en forma de parques o peculiares formas de cuadras adaptadas a las formas de estos reductos construidos para la defensa de la ciudad y que no fueron usados en su totalidad. El ejército chileno ingresa a Lima un 17 de enero de 1881, a las 4 de la tarde, por el Jirón de la Unión, entonando el himno Yungay, en honor a la batalla del mismo nombre en la que participó el ejército chileno para vencer a la Confederación Perú-Boliviana en territorio peruano, unas cuatro décadas atrás, luego izarían el pabellón chileno en el asta del Palacio de Gobierno, mientras entonaban el himno de su país. Las mujeres limeñas cumplieron un rol fundamental en la reconstrucción de la familia tras la pérdida de sus esposos e hijos en el conflicto. Las puertas y ventanas de las casas permanecieron cerradas por unos días y las limeñas andaban a paso rápido únicamente a la iglesia o a hacer las compras en las bodegas. Mucho tuvo que ver la intervención de las delegaciones de extranjeros, en su mayoría italianos y franceses, que evitaron la violencia tanto del propio lumpen de la ciudad, como de las tropas chilenas. La procesión del Señor de los Milagros no salió en su tradicional recorrido durante la ocupación. Las novias limeñas se casaban vestidas de negro en señal de duelo por los familiares y compatriotas caídos en la guerra. No obstante, en tres años, socialmente, la interacción entre peruanos y chilenos fue inevitable, sea por el comercio de la ciudad, sea por la necesidad de socialización de una metrópoli como Lima, existe evidencia de uniones matrimoniales entre peruanas y chilenos en los archivos parroquiales de Lima, como también gestos de hermandad entre soldados peruanos y chilenos.
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AUTOR:
Kristhian Ayala Calderón, docente de Historia y Arte del Perú Republicano de la UCSS y director del micro programa cultural “Lima al paso. Descubriendo el patrimonio”, vía Youtube.
REFERENCIAS:
1. Günther, J. Desarrollo Urbano y Arquitectónico de Lima. Lima, USMP, 1996.
2. Lima al paso. Descubriendo el Patrimonio. Canal de Youtube. Universidad Católica Sedes de Sapientiae, Lima.
3. Tord, L. Lima Antigua (1562-1947). Lima, UNIMUNDO, 2007.