Por José Pérez Fernández
En estos momentos de aislamiento domiciliario, muchos percibimos la importancia de estar comunicados y encontramos un gran apoyo en el Internet. En los últimos años, nuestros estudios, nuestro trabajo, la comunicación familiar y amical tanto local, nacional, como internacional y, claro, nuestros ratos de ocio han venido aprovechando ampliamente este servicio.
Académicamente, muchas instituciones han visto el estudio a distancia como una alternativa interesante, algunas la han aprovechado intensivamente; otras, más conservadoras, han aplicado soluciones mixtas o se han mantenido en los esquemas presenciales “porque el usuario prefiere asistir físicamente a clases”. Laboralmente, muchas empresas han visto el teletrabajo -o trabajo remoto- como una opción para crecer, de modo importante, sin invertir demasiado en infraestructura física; otras han avanzado poco o nada por esta ruta “porque el trabajador requiere un control de hora de entrada y salida”.
Hace algunos años podía parecer exagerado considerar el “proteger el medio ambiente”, hoy nos damos cuenta que debemos luchar para que más gente “reutilice, recicle o use menos” y aún tenemos demasiado que hacer en el tema, desde nosotros mismos, quienes aún no terminamos de reducir nuestro consumo de agua o papel.
Hoy el estudio a distancia es, sin duda, la opción para no perder este semestre o año académico, el trabajo remoto es la vía para no paralizar el país y, porque no decirlo, el mundo. Los mitos de preferencias y controles se han dejado de lado.
Todos los usuarios del Internet vivimos con incomodidad y preocupación, toda interrupción parcial o total de la señal. Pues se suspende la clase, la reunión, el registro, la atención al usuario, el juego, la película, etc. Aunque a veces parece que el ancho de banda es ilimitado, pues no lo es. Ahora estamos en el momento de sensibilizarnos e inmediatamente actuar para que el uso del Internet, que es un recurso compartido, sea racional.
Desde una perspectiva sencilla las “categorías” de información serían tres: texto, audio y vídeo, en este mismo orden está su “consumo” de ancho de banda. Si basta con el audio, no usemos vídeo, si basta con el texto, no usemos audio; es decir, si estamos en una videoconferencia, es importante que los participantes no usemos el audio y el vídeo si no es indispensable. En este sentido, es bueno dar mute a nuestros micrófonos mientras no hablamos y bloquear nuestro vídeo si no es relevante su contenido. Incluso, es bueno usar el chat para algunas comunicaciones entre los participantes, para evitar alargar (innecesariamente) las reuniones. Es muy bueno, previamente a la reunión, distribuir y revisar textos sobre el contenido de las mismas para que estas sean más productivas y breves. Y, claro, es importante definir tiempos para evitar reuniones interminables. Pareciera que son muchos detalles para la videoconferencia, pero quienes utilizamos este recurso conocemos las formas (de acuerdo a nuestra propia realidad) para hacer un uso racional del ancho de banda.
Demás está decir que si el aislamiento domiciliario se extiende (lo cual cabe dentro de lo probable), las empresas e instituciones educativas (que no lo han hecho aún) empezarán a intensificar el uso de videoconferencias para sus reuniones, sesiones de clase y demás, lo cual incrementará considerablemente el tráfico de la comunicación por este medio.
Resulta de suma importancia dar buen uso a estos recursos, todos los necesitamos, especialmente ahora. Es momento de limitar los juegos en línea y las películas por internet a horarios y días no laborables y no educativos. Y si participamos en videoconferencias, tratemos que sean audioconferencias y establezcamos normas de participación considerando lo explicado líneas arriba. La tarea es de todos, sin importar la edad. Ahorremos ancho de banda pensando en el bien común.
José Pérez Fernández, es ingeniero industrial y decano de la Facultad de Ingeniería.