Redacción CampUCSS
“Hay algo de nosotros que no muere, y es verdad. Pero ¿Cómo lo comprendemos? no estudiando Filosofía, Teología, ni Antropología, sino observando nuestra experiencia”, explicaba el profesor Andrés Aziani en una de sus clases, en el local central de la UCSS. Un docente que no imaginó ser parte de un proceso de beatificación después de su fallecimiento, pero que dejó huella en cada uno de sus alumnos, los mismos que lo recuerdan con cierta nostalgia y al mismo tiempo esbozan una sonrisa cuando pronuncian su nombre y sus anécdotas.
Andrés Aziani, nació un 16 de enero de 1953 en Abbiategrasso, Italia, y partió hacia la casa del señor un 30 de julio del año 2008, al otro lado del mundo, en Lima, Perú. Fue fundador de la UCSS y ganador del Premio a la Paz otorgado por el municipio de su ciudad natal, en reconocimiento a la gran labor misionera que realizó. Actualmente, su testimonio de vida se encuentra en proceso de beatificación; por ello, es importante que se reflejen sus pasos por la vida terrenal. A continuación, algunos testimonios de sus alumnos en las distintas casas de estudios donde ejerció la docencia.
Juan José Salas, estudiante de la Universidad Marcelino Champagnat, recuerda la exigencia del profesor Aziani, pero también la pasión que dejaba en cada una de sus clases, cuando dicha universidad era aún un instituto. Rememora además, que Andrés Aziani tenía la capacidad de convertir sus clases en una sinfonía, uniendo las artes, la cultura y la literatura. “Uno salía de sus clases satisfecho de conocimiento. Valoro mucho su gran entrega por la educación, que su ejemplo nos siga ayudando a ser mejores maestros”, señala.
En la UCSS, la Mtra. Jennifer Aspauza de la Facultad de Ciencias de la Educación y Humanidades, nos cuenta la experiencia de haber sido alumna de Andrés Aziani, rescatando la gran conexión que podía generar con estudiantes de primer ciclo. Asimismo, narra que el maestro Aziani tenía la habilidad de despertar a los alumnos para que conecten con el mundo y con ellos mismos. “Otra cosa que me marcó muchísimo, fue lo que nos dijo, que no necesitábamos estar en un aula para educar, nuestra carrera iba mucho más allá de los confines de un aula”, explica.
El maestro Andrés Aziani afirmaba que la Iglesia lo había educado en la ardua, pero valiosa tarea de ser docente y que, además, todos los maestros tenían una gran deuda con los jóvenes. “Si nosotros hemos recibido mucho – decía – debemos dar mucho más”. Hoy, en su camino a ser beato, y como maestro eterno que vive en el pensamiento de sus alumnos, nos deja un gran testimonio de lo que significa dedicar la vida a la enseñanza e inspirar a las nuevas generaciones.
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