Por Juan Jose Monroy Ramos.
Durante más de una semana, desde el 5 al 16 de junio del año 1972, se reunieron diversos países del mundo, en Estocolmo (Suecia), con el propósito de enfocarse en los impactos de la intervención humana en el medio ambiente. De hecho, durante esta conferencia se acuñaron los principios del primer borrador sobre una legislación internacional que regule y controle los impactos antropológicos sobre el medio ambiente (Lorenzini, 2016).
De esta forma, la ONU patrocina una campaña para la protección y promoción del cuidado del medio ambiente desde el año 1974, fecha en que se celebró el primer día mundial del ambiente y tuvo como intención crear conciencia sobre los efectos adversos de las actividades humanas (Masson-Delmotte et al., 2019; ONU, 2022). Desde entonces, se ha abordado una gran diversidad de temas como; agua: recurso vital (1976), desertificación (1984), calentamiento global; amenaza global (1989), cambio climático: necesidad de una sociedad global (1991), los bosques: la naturaleza a su servicio (2011), biodiversidad (2020), entre otros.
En este sentido, después de 50 años se retoma nuevamente el tema “una sola tierra”, teniendo en consideración que el lema sigue siendo pertinente por la triple crisis planetaria originada por el cambio climático, la pérdida de la biodiversidad y la contaminación por los residuos (Servicio de Vigilancia y Salud Laboral, 2021). Entonces, ¿es un llamado de atención para todos los habitantes del planeta? todo parece indicar que durante este año se busca originar cambios profundos en las políticas gubernamentales, y de forma particular, generar conciencia sobre las decisiones personales que conlleven a tener vidas mas ecológicas, sostenibles y limpias en armonía con el medio ambiente (Masson-Delmotte et al., 2019).
Por otro lado, nos encontramos a puertas del fin de la pandemia causada por el coronavirus SARS-CoV-2, que afectó significativamente la vida humana y las actividades diarias (Hamilton et al., 2022; Pettini & Mazzocco, 2022; Raczkowska et al., 2021). Por un momento, se pensó que, ello ocasionaría un cambio positivo en el medio ambiente mejorando la calidad del aire y reduciendo la contaminación del agua durante la cuarentena (Mohanty et al., 2020; Rume & Islam, 2020). Sin embargo, la enorme cantidad de desechos médicos como desinfectantes, mascarillas, guantes y protectores faciales se multiplicó durante la pandemia, generando así mayor contaminación en el sistema ecológico (Benson et al., 2021; Haque et al., 2021; Liu et al., 2021).
En ese aspecto, también nos enfrentamos al cambio climático originado por el calentamiento atmosférico global como consecuencia de las grandes emisiones de efecto invernadero generado por las actividades industriales, esto desencadena diversos eventos y exposiciones ambientales como: los incendios forestales, mala calidad del aire, olas de calor y frío, enfermedades infecciosas y virulentas, inundaciones, entre otras disrupciones ambientales que amplifican el riesgo social y la salud de los seres humanos (Achakulwisut et al., 2019; Carnes et al., 2014).
En efecto, el cambio climático asociado a la temperatura ambiental “olas de calor y olas de frío” presentan un gran riesgo para salud humana (Barnett et al., 2012; Guo et al., 2018), sobre todo si está asociado al nivel socioeconómico, la edad y el nivel de educación, que influiría en la capacidad de la población en adaptarse a estos eventos extremos (Bell et al., 2018). La mala calidad del aire es otro evento producido por el cambio climático, elevando la tasa de mortalidad humana en diversos países, por el aumento de la concentración de ozono y material particulado a nivel de suelo; debido a las variaciones de la temperatura y las precipitaciones que facilitan su formación (Post et al., 2012; Yang et al., 2019).
Los incendios forestales y las sequias también originan mortalidad humana, relacionado indirectamente con la exposición a periodos largos del humo, polvo, inseguridad alimentaria y consecuentemente la desnutrición poblacional (Reid et al., 2016; Schmeltz & Marcotullio, 2019). Del mismo modo, la escorrentía agrícola, el desbordamiento de las alcantarillas y la degradación del material de la infraestructura, generan contaminación del recurso hídrico (agua superficial y subterránea) causado por las inundaciones y la precipitación variable (Bell et al., 2018; Conlon et al., 2011).
En consecuencia, estos cambios ambientales pueden generar condiciones adecuadas para la proliferación de organismos oportunistas que generan enfermedades infecciosas conllevando a la muerte (MacFadden et al., 2018). Por las razones descritas anteriormente, la mayoría de personas expuestas a estos cambios drásticos en el ambiente, están predispuestas a contraer problemas de salud mental como: la angustia, ansiedad, depresión y estrés (Barrett et al., 2015).
Frente a esta situación, ¿qué podemos hacer para mitigar la contaminación ambiental? cada uno de nosotros está invitado a convertirse en un agente de cambio. Por lo tanto, cada acción individual cuenta y como expresó el octavo secretario general de la ONU, Ban Ki-Moon: “Aunque las decisiones individuales pueden parecer pequeñas frente a las amenazas y tendencias globales, cuando miles de millones de personas unen fuerzas en un propósito común, podemos hacer una tremenda diferencia”.
Entonces, podemos adoptar medidas individuales que sumaran esfuerzos para lograr una mejora en nuestro entorno natural “la casa común”. Por ejemplo, para reducir las emisiones de carbono, podemos utilizar la bicicleta, el transporte público o compartir los espacios del automóvil con amistades que tienen el mimo destino, de esta forma reduciremos la cantidad de vehículos en circulación por las calles. Cultivemos jardines para disminuir la contaminación del aire, los costos de energía y la erosión; así minimizaremos la huella de carbono y obtendremos una fuente de alimento. También podemos participar de proyectos comunitarios que busquen la conservación y protección de la naturaleza.
Promovamos el consumo de alimentos locales, para limitar el uso de combustibles que se emplean para el transporte de bienes desde el extranjero. Fomentemos el uso racional y sostenible de productos agropecuarios mediante sistemas productivos ecoamigables.
Pensemos dos veces, antes de utilizar artículos de un solo uso. El plástico que termina en los ecosistemas como desecho, a menudo, es consumido por los animales como alimento, causando lesiones o muerte. Adoptemos los principios de reducir, reparar, recuperar, reutilizar y reciclar; a partir del reemplazo de las bolsas de plástico por aquellas hechas de yute; envases de tecnopor por envases de papel, cubiertos y cepillos de bambú, entre otros.
Finalmente, desde una perspectiva general: el estado, las grandes organizaciones y universidades deben generar un mayor impacto social a nivel nacional, impulsando respectivamente, la creación de políticas públicas, productos sostenibles e investigaciones científicas que contribuyan a la conservación del ambiente.
*Juan José Monroy Ramos, es Ingeniero Agrónomo, egresado y docente de la Facultad de Ingeniería Agraria de la UCSS.
Referencias
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8. Guo, Y., Gasparrini, A., Li, S., Sera, F., Vicedo-Cabrera, A. M., de Sousa Zanotti Stagliorio Coelho, M., Saldiva, P. H. N., Lavigne, E., Tawatsupa, B., Punnasiri, K., Overcenco, A., Correa, P. M., Ortega, N. V., Kan, H., Osorio, S., Jaakkola, J. J. K., Ryti, N. R. I., Goodman, P. G., Zeka, A., … Tong, S. (2018). Quantifying excess deaths related to heatwaves under climate change scenarios: A multicountry time series modelling study. PLOS Medicine, 15(7), e1002629. https://doi.org/10.1371/JOURNAL.PMED.1002629
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