Durante la historia virreinal los aportes de las mujeres resultaron fundamentales al igual que en otras épocas. Si bien es cierto existieron limitaciones que afectaron su desenvolvimiento en diversos ámbitos estas afectaban principalmente a quienes pertenecían a los estratos socioeconómicos más elevados.
En la etapa inicial del virreinato, el tránsito y posterior consolidación del nuevo sistema descansó en gran medida en las mujeres que tenían a su cargo la transmisión de las costumbres y estilo de vida propios de la nueva organización. Veamos algunos aportes:
1
Las españolas inmigrantes asumen el control en el aspecto doméstico de las llamadas encomiendas y más delante de las haciendas. A ellas se atribuye la difusión de cultivos traídos por los españoles y su generalización en el consumo.
2
Las mujeres de origen árabe convertidas al cristianismo que acompañaron a los conquistadores trajeron consigo ingredientes y estilos de preparación de alimentos que pasarían a formar parte de nuestra identidad culinaria.
3
El aporte de la mano de obra de las mujeres africanas, que llegaron al virreinato en condición de esclavas, resulta difícil de cuantificar –toda vez que la práctica de la esclavitud es condenable- . Sin embargo, podríamos decir que, por sobre todo, destaca la contribución de su trabajo al interior de las casas y haciendas de los ricos en las diversas labores, a pesar de las duras condiciones.
4
Más allá del ámbito doméstico, estuvieron las mujeres comerciantes, quienes desarrollaron un trabajo a gran escala, como el caso de las comerciantes quiteñas doña María de Cevallos y doña María de Nantes, ambas registradas en el Tribunal del Consulado que agrupaba a los comerciantes más importantes.
5
El quedar viudas las llevaba a asumir el control de sus bienes, de modo tal que se convertían en mujeres dueñas y administradoras de propiedades y negocios, participando con ello en la economía de sus localidades.
6
Cabe resaltar la importante contribución de las mujeres religiosas, cuyos conventos, además de desempeñar una función social de acogida y protección a jóvenes de diversos sectores, se desempeñaron como entes económicos. Ante el compromiso de invertir los bienes que administraban (principalmente las dotes aportadas por las aspirantes), en beneficio de la economía local, se convirtieron en fuentes de recursos por excelencia a través de los préstamos que otorgaban, destacaron en este aspecto los monasterios de Santa Clara, en el Cusco, y la Encarnación en Lima.
7
Finalmente es de destacar el caso de las mujeres indígenas que aportaron tanto con su trabajo en casas y haciendas, como en obrajes y pequeños y medianos comercios. Constituyeron también un elemento fundamental en la conservación de la cultura ancestral a pesar de las fuertes presiones existentes en su contra.
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