Queridos amigos de la UCSS,
Hijos de la fe, hermanos en ella, queridos amigos, la patria nos invita a la acción de la gracias a Dios. Fue Él el que los amó, dándoles esta tierra bendita, llena de bienes, llena de amor. Es Él el que les entregó, con su sangre, la fe en que la vida es hermosa, porque en ella está Jesucristo mismo.
Es Él el que se hizo carne, se hizo hombre, para que cada uno de ustedes se sienta reconocido en Él, el hombre.
Cuando su noticia les llegó, no les llegó la esclavitud, sino la libertad. Su noticia los volvió libres. Porque nadie es más que su hermano para Cristo y para sí mismo.
Y el que los amó, y llegó hasta ustedes, les dio también una Madre, María, ella, la que conduce al Hijo, la pastora del Pastor, la que se deja llevar por Dios.
En este tiempo de coronavirus, hay una fiesta interior. El compromiso por evitar el mal del prójimo y el propio no nos puede quitar la fiesta. Y esa fiesta es profunda. Profundamente sentida, profundamente celebrada.
Dios ha llegado, para que unos y otros, hermanos en el dolor y en la esperanza, nos comprometamos a construir de nuevo la patria, ese regalo que son nuestros padres, nuestros santos, nuestros amigos y aquellos que todavía no conocemos, pero que esperamos, más allá de lo hermoso de nuestra tierra. Lo mejor de la tierra somos nosotros. Sí, hermanos. Con pecados o sin ellos, hemos sido amados, elegidos por Dios. Somos suyos, pero El también es nuestro.
El corazón abierto y generoso de los peruanos es, finalmente, un corazón heredado de Cristo.
Que nadie ni nada nos quite nuestra herencia. Porque nuestra herencia, lo que nos une, es la fe, y el don de esa fe es la esperanza.
Felices Fiestas Patrias. Felices familias.