Por Giampiero Gambaro.
El 13 de mayo la Iglesia Católica celebra a la Virgen de Fátima, en este mismo día en 1981 el Papa san Juan Pablo II sufrió el ataque y la tentativa de homicidio por parte de Alí Agca en la plaza San Pedro terminando la audiencia pública. Sabemos que san Juan Pablo II consideró como la “mano” de la Virgen lo que milagrosamente le salvó[1].
Cuando hablamos de Fátima la memoria va al tema de los secretos – o mejor dicho los misterios- que la Virgen confió a los tres pastorcitos -Lucia, Jacinta y Francisco Marto -, misterios que, de acuerdo a la Santa Sede, fueron develados y cuyos contenidos en este corto espacio no podemos desarrollar[2]. Solo recordar lo que dijo el cardenal Ratzinger cuando el Vaticano develó la tercera parte del secreto: “Sin duda Fátima es la más profética de las apariciones marianas. La primera y la segunda parte del secreto se refieren a la espantosa visión del infierno, la devoción al corazón inmaculado de María, la segunda guerra mundial, y la previsión de los tremendos daños que Rusia, en su defección de la fe cristiana y en la adhesión al totalitarismo comunista, habría causado a la humanidad”. La tercera parte del secreto devela el misterio del martirio de los buenos y del Papa[3].
Hay que recordar también que distintas fueron las consagraciones al Corazón Inmaculado de María[4]. Pero, la última del 25 de marzo 2022, tiene por lo menos una particularidad, ha sido la primera vez que incluyó explícitamente la palabra “Rusia”, junto a “Ucrania”, así como lo había pedido la Virgen.
Muchos han escrito sobre los misterios del secreto Fátima, hasta decir que la Iglesia no estaba diciendo toda la verdad, siendo esta demasiado dura. Sin embargo, podemos preguntarnos si fuera propio este el mensaje de la Virgen, es decir, que la historia humana no está forzosamente ya escrita. Es decir, que puede existir una Providencia de Dios. El escritor italiano, Alessandro Manzoni, entendía la Providencia como la Misericordia de Dios en acción[5]. En primer lugar, en el sentido que la Providencia no es tanto y solo las bendiciones, y los dones de Dios como bienes materiales, intelectuales o espirituales que recibimos de Él, sino más bien como la posibilidad de disponer la mentalidad y el espíritu del hombre en sentido cristiano hacia las dificultades, las desgracias y los “líos” que, como concluyen los novios -Renzo y Lucia-, «cuando llegan, por culpa o sin culpa, la confianza en Dios los suaviza y los hace útiles para una vida mejor». Es cierto, pero, en el capítulo XXI de Los Novios, Manzoni manifiesta una dimensión más operativa de la obra de Dios en la historia, cuando el cardenal Federigo encontrando al Innominado después de su conversión, exclama: «Dios ha operado en usted el prodigio de la misericordia».
Los misterios de Fátima nos manifiestan que Dios, con “mano materna”, es capaz de entrar en la historia personal y de toda la humanidad para cambiarla y modificarla para siempre. Así que nuestra oración se junta a aquella de Jesús en el jardín de Getsemaní: “Abbá Padre, para ti todo es posible, aleja de mí (de la humanidad) este cáliz, pero no lo que yo quiero sino lo que Tú quieras” (Mc 14,36)[6]. ¿De qué cáliz está hablando Jesús? Algunos piensan que sea el de su pasión y muerte. Pero si así fuera, el Padre parece que no hubiera escuchado el grito del Hijo, aunque sabemos siempre que el Padre escucha al Hijo, el amado. Entonces, se debe tratar de otro cáliz, el que en la última cena Jesús y los Apóstoles no habían tomado, que se quedaba todavía lleno, el cáliz que los judíos llaman de Elías, el cáliz de la amargura (Salmo 75,9 y Is 51,17), y que se tomará solo cuando llegue el Grande Día del Señor, antes del juicio de los últimos tiempos (Mal 3,23 y 2Reyes 2,1-13).
Con Jesús, frente a la pandemia, la guerra, el hambre y con todos los que están sufriendo sus consecuencias, rezamos al Padre para que aleje este cáliz, dilate el tiempo actual para que con nuestras buenas obras podamos compartir la construcción de la Ciudad de Dios en la Tierra (Mt 25). En este sentido, el de Fátima no es tanto y solo un mensaje pasivo, que puede ser entendido como una devoción fatalista, pero que en cambio implica un fuerte llamado a responder -aliados con él Dios Padre de la Misericordia- con nuestros corazones, manos, cuerpos, inteligencias, afectos, emociones y acciones, a los desafíos más y más complejos de nuestros tiempos.
*R.P. Dr. Giampiero Gambaro OFM CAMP, Vicerrector Administrativo de la UCSS.
Referencias:
[1] En Memoria e identità san Juan Pablo II escribe: «¿Como puedo olvidarme que lo acontecido en Plaza San Pedro se dio en el mismo día y en el momento en que la primera aparición de la Madre de Cristo a los pastorcitos fue recordada por 60 años en Fátima, Portugal? Pero en todo lo que me pasó en este mismo día sentí la extraordinaria protección materna y cuidadosa y que se reveló más poderosa que el proyectil mortal».
[2] La tercera parte del secreto de Fátima ha sido revelado por la Santa Sede durante el Grande Jubileo del 2000, en https://www.vatican.va/roman_curia/congregations/cfaith/documents/rc_con_cfaith_doc_20000626_message-fatima_it.html.
[3] Así el misterio: “… El Santo Padre, antes de llegar allí, atravesó una gran ciudad, media en ruinas y medio trémulo, con andar vacilante, apesadumbrado de dolor y pena. Iba orando por las almas de los cadáveres que encontraba por el camino. Llegando a la cima del monte, postrado, de rodillas a los pies de la cruz, fue muerto por un grupo de soldados que le disparaban varios tiros y flechas, y así mismo fueron muriendo unos tras otros los obispos, los sacerdotes, religiosos, religiosas y varias personas seglares, caballeros y señoras de varias clases y posiciones. Bajo los dos brazos de la cruz estaban dos ángeles. Cada uno con una jarra de cristal en las manos, recogiendo en ellos la sangre de los mártires y con ellos irrigando a las almas que se aproximaban a Dios”.
[4] El 31 de octubre de 1942 Pio XII consagró todo el mundo y el 7 de julio de 1952 especialmente Rusia al Corazón Inmaculado de María con su carta apostólica Sacro vergente anno. El 21 de noviembre de 1964 san Pablo VI renovó la consagración de Rusia durante el Concilio Vaticano II. San Juan Pablo II escribió un acto de consagración rezado en la Basílica de Santa María Mayor el 7 de junio de 1981. Durante el Año Santo de la Redención del 1983-1984, ha querido renovar el acto de consagración en Fátima el 13 de mayo de 1982. El 25 de marzo de 1984, solemnidad de la Anunciación, en plaza San Pedro y en unión espiritual con todos los obispos de mundo, Wojtyla consagró todos los pueblos de la Tierra al Corazón Inmaculado de María. El 25 de marzo de 2022 será la vez de Papa Francisco para la paz en Ucrania. Un gesto que recuerda mucho la oración para pedir que termine la pandemia que Bergoglio rezó el 27 de marzo de 2020 en una plaza San Pedro desierta y lluviosa.
[5] Cf. Entrevista al papa Francisco del padre Antonio Spadaro, director de la revista La Civiltà Cattolica, en L’Osservatore Romano, n. 39, 27 de septiembre de 2013.
[6] Vease Charles Peguy, Lui è qui. Pagine scelte, ed. D. Rondoni y F. Crescini, Milano 2009, 189-190.
Es una publicación interesante que nos invita a la reflexión y a orar por la paz en el mundo, especialmente por la consagración de Rusia al seno materno de nuestra Señora de Fátima.
Dios bendiga estos tipos de comunicaciones para llamarnos a la reflexión.