Con mucha expectativa, los alumnos del primer y segundo ciclo de la carrera de Turismo y Patrimonio Cultural emprendieron una visita a la ciudad de colores de Antioquía, localidad de la provincia de Huarochirí ubicada en el valle del río Lurín.
Bajo la dirección del profesor César Cortéz, el grupo se adentró en el camino de Huarochirí a través de varios anexos hasta el valle donde hicieron un pertinente reconocimiento de la geografía del lugar y las actividades económicas de sus habitantes.
Superando las dificultades del transporte, los estudiantes arribaron a la comunidad Espíritu Santo del distrito de Antioquía, el pintoresco pueblo ornamentado a manera de retablo cuyas figuras evocan la manifestación del espíritu de Dios en medio de aves, flores y brotes arabescos. En el transcurso de la travesía los visitantes se encontraron con una procesión dedicada a Santa Rosa de Lima que llenó de algarabía el lugar trastocando la silenciosa tranquilidad con la que se habían encontrado nuestros jóvenes a su llegada.
Con la satisfacción de haber vivido una nueva experiencia, regresaron a la Universidad con el ánimo de emprender una próxima aventura con la experimentada guía de su preceptor y compañero de viaje, el profesor Cortez.
Gracias al profesor Cortez consignamos su detallado relato de la jornada, veterocastellanizada para delicia de sus alumnos y nuestros lectores en general. ¡Cosas veredes…!
Habiendo tenido la inspiración de su reverencia, para realizar una visita, después de la fiesta de Pentecostes, a un lugar fuera de esta Villa de los Reyes, con el fin que los susodichos alumnos del primero y segundo ciclo de Turismo y Patrimonio Cultural, para que tengan una visión de la realidad de su futura profesión, determinamos pedir permiso a nuestro excelencia el coordinador Don Pedro P. Soto y Canales, quien con buena gracia y merced nos facilitó una constancia.
Llegado el tiempo, hablado con la movilidad y asuntos de transporte, bajo voluntad de los viajeros y las indicaciones adecuadas de su guía y preceptor, quedamos que partiríamos el lunes 25 de mayo del Señor Jesucristo, a las 8 de la mañana, componiéndose el gentío de 11 alumnos. De la misma manera, inspirados por la Santísima Trinidad, se determinó el regreso para las 5 de la tarde del mismo día.
Listo y comprendido quedó todo acordado en espera del memorable día. Debemos agregar que se convino que nos secundada un camarógrafo de imagen institucional con el fin de registrar nuestros esfuerzos y desvelos, pero también nuestras alegrias que el destino nos depararía.
El día lunes del 25 de mayo de nuestro Señor Jesucristo. cuando llegó las 8 de la mañana la movilidad estaba ya esperando nuestra presencia. Por circunstancia del tráfico y movimiento de almas al cuarto de las necesidades, estuvimos saliendo a las 8:30 a.m., razón que nos hizo pensar que nuestros aciertos y condiciones ya estaban menguadas.
Hacemos referencia que uno de los alumnos no alcanzó la hora de partida. Entonces el bien llamado Chachi Carlo Luciano, no pudo disfrutar nuestras aventuras.
Al tiempo que subimos a la movilidad nos acordamos de nuestra santa fe, más cuando el 24 de mayo había coincidido con la fiesta de Pentecostés y teníamos presente la inspiración del Espiritu Santo, Entonces, rezamos como buenos cristianos que se encomiendan por sus buenas aventuras. Así pedimos que caminemos según el espíritu y no dejáramos arrastrar por las cosas materiales. Vaya que bien lo necesitáramos en nuestros después que lo contaremos con detalles.
Nos habían indicado que ta manera más directa para llegar a nuestro destino sería tomando camino en la Molina, proseguir a Cieneguilla y adentrarmos en el camino de Huarochirí. En efecto, pasamos varios anexos, cada cual con su puente, todavía con los más extraños nombres como Cochahuayco, Chontay, Nieve Nieve y Sisicaya. La distancia de recorrido sería de unos 70 km, en un tiempo posible de tres horas. Nuestra suerte dependía, además de la Santísima Trinidad, de la pericia del chofer, porque el último grifo estaba en Cieneguilla y la carretera una parte era con asfalto y otro con afirmado. En medio del camino, en la distancía del kilómetro 40, bajamos y se dio una explicación sobre las características del valle del río Lurín, las clases de rocas que circundaba el ambiente y las formas de uso de los recursos de la región.
En medio del movimiento que nos traía a cumplir nuestros deseos de llegar al pueblo de Antioquía, se fue descubriendo, en esos andares, la alegría en los cantos, el preguntar y responder de las dudas por conocer lo que se veían en el paseo, pero sobre todo la caracterización de cada participante como José Luis, Alexandra, Nadir, Karen, Rosario del Pilar, Janeth, Naí, Josselin, Elizabeth y Grecia.
Faltando unos 500 metros para llegar a nuestro destino, nuestro Dios nos proveyó que lleváramos a cuestas una sorpresa: la movilidad tenía una dificultad superable, Todos bajamos y con un ejercicio para darle a nuestros músculos, hicimos a pie lo que nos restaba. Fue grande cuando encontramos a la entrada del pueblo un portal con el nombre que decía: “Bienvenido a Espíritu Santo de Antioquía”. En aquel momento nuestras obras y victorias estaban en parte consumadas. Era el rugar que tenía relación con la fuerza espiritual de nuestro cristianismo y nuestra fuerza personal.
Llegarnos todos a pie y entramos al pueblo con mucha esperanza de ver colmado las expectativas y dijimos para nuestros adentros: “a lo que nos trajo”.
El lugar, sepa su merced, que es pintoresco, tiene el aspecto de un retablo decorado desde la capilla, la plaza principal y todas las calles. Los motivos son como si fueran caídas en la idea del espíritu santo, por ejemplo palomas volando, lágrimas doradas dispersas, flores atendidas por picaflores y medio arabescos que se destacan por sus colores vistosos.
Encontramos una misa y procesión dedicado a Santa Rosa de Lima, con cohetes y bulla motivada por una banda de músicos. Nuestra admiración fue de curiosidad y asombro, lo vi en la cara de los susodichos, tanto que el camarógrafo terminó entrevistándolos y pidiéndoles, a cuatro de ellos, opinión sobre la visita y las impresiones que veían en su futura profesión.
Después de la visita del pueblo, donde nos enteramos que no tenía mercado de abastos porque las cosas eran de la chacra a lo olla, terminarnos casi al medio día viendo las posibilidades del regreso. Algunos luego de acabar su fiambre terminaron infructuosamente buscando un restaurante. Al final pasado las 13 horas nos alistamos para el regreso.
Cuando abordamos la movilidad lo notamos al conductor con una preocupación que trataba de no hacerla participativa. Subimos y el camino fue de mayor rapidez y mejor prestancia. Nuevamente dentro el carro encomendamos a Nuestro Señor Jesucristo y a su madre bendita nuestra suerte y alegrías.
A la altura de la salida de Cieneguilla, casi para entrar a Musa, la movilidad se paró indicándonos que teníamos un problema difícil de solucionar. Nos solicitó un regreso con otra alternativa. En ese momento nuestra obra y victoria, por mano de Nuestro Señor Jesucristo, nos buscó el momento de un milagro grande de señalarnos el paso de una movilidad que nos traería hasta la Jockey Plaza. Desde ahí tomaríamos un empalme camino al Norte de Lima que era nuestro destino y llegada.
Así su merced lo hicimos. La alegría para todos los de la aventura, y tener que contar el incidente del viaje era grande. Hicimos el recorrido con la mejor de las virtudes y viendo en cada paso señales de un milagro.
Más o menos entre las 5 pm, estuvimos llegando al lugar de Los Olivos en la región del Cono Norte de Lima, con la plena razón de haber conocido algo nuevo, haber confrontado realidades curiosas y tener la alegría de contar un incidente trasformado en experiencia de vida.
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Visto y dicho lo afirmado, atentamente.
César Cortez Mondragón