Teresa
de la Cruz
¿una nueva santa para Lima?
Hija de un ex presidente, fundó una congregación de religiosas, enfrentó los prejuicios de una época y podría ser una de las próximas santas peruanas.
Mag. Kristhian Ayala Calderón
La vida de los santos está marcada por perfiles impensados y pocas veces son tan propios, cercanos y palpables. El caso peruano de Teresa Candamo Álvarez-Calderón, o la venerable Teresa de la Cruz Candamo, es uno de esos testimonios tan nuestros, y a la vez sorprendentes, que hacen pensar en que –definitivamente- hay algo divino en sus historias.
Teresa fue hija del presidente Manuel Candamo y creció en medio de la aristocracia limeña de fines del siglo XIX. Su vida transcurrió entre la labor política de su padre y la Reconstrucción Nacional después de la Guerra con Chile, una época social difícil para el país, pues estuvo marcada por la Guerra Civil, el surgimiento de la clase obrera, la llegada de los nuevos inventos y del siglo XX y, además, con limitaciones de género propias de la época, en que la mujer estaba confinada a las labores caseras y no tenía una participación social destacada. Pese a esa realidad, Teresa tuvo una mirada más audaz que atravesó el muro de la aristocracia y la censura y desarrolló un interés particular por los más necesitados, los pobres, aquellos personajes subalternos que no protagonizaban las noticias y que, con suerte, eran considerados como parte del discurso por el pueblo de los caudillos que llegaban al poder.
El arte es el camino
Teresa fue la segunda de siete hermanos y fue en sus viajes a Europa que su vocación artística adquirió mayor inspiración. Era talentosa con el dibujo, la pintura, las manualidades, la música y el canto. Esas dotes marcaron además su vida espiritual, pues fue a través del arte que expresaría su asombro por Cristo, su vida y su misión. Fue en Lisieux (Francia), donde la vida de otra grande, Santa Teresita del Niño Jesús, la inspiró y así su vida tomó un nuevo rumbo.
Un camino de renuncia y entrega
Desde 1919, la congregación de las Canonesas de la Cruz ha trabajado sobre los dos ejes de su carisma: la liturgia y la catequesis, ambas orientadas a la fe y al trabajo social, con niños, jóvenes y adultos. Socialmente, el contexto que les tocó vivir en los primeros años estuvo marcado por la desigualdad y el crecimiento de la pobreza. Aun cuando su sede inicial estuviera situada en una de las zonas más aristocráticas de Lima, es importante destacar el desapego de sus primeras integrantes -de las que Teresa no fue la única hija de un ex presidente en tomar los hábitos, María de Jesús Balta, hija de José Balta, integró también el grupo de las fundadoras- que renunciaron a la comodidad y el estilo de vida de sumisión para dedicarse al otro, al más necesitado. Una congregación que no solo ha trabajado en parroquias, sino que amplió su labor a los colegios, algunos administrados por ellas en todo el país. Las Canonesas son, además, de las pocas congregaciones “made in Peru” que han expandido su labor por el mundo. Están presentes en Argentina, Chile, Venezuela, Albania e Italia (fue precisamente en Alassio que Teresa tuvo un encuentro definitivo con su vocación), fieles a la base sembrada por Teresa de la Cruz: reconocer en el sufrimiento del pobre el misterio de la cruz de Cristo, en la que toda esperanza de redención confluye.
Hacia la beatificación
Teresa de la Cruz Candamo falleció un 24 de agosto de 1953 y para 1978 ya se habían realizado los estudios preparatorios para presentar el proceso de beatificación y su declaración como Sierva de Dios. Actualmente, la Madre Fundadora de las Canonesas de la Cruz tiene el rango de venerable, un paso previo a la beatificación y este a la canonización, según los procedimientos del Vaticano y las gracias comprobadas que conceda en el futuro a quienes encomienden a esta mujer religiosa de gran talento, cuya conversión y entrega la lleva a estar entre los grandes de la historia del catolicismo peruano.
Un oasis en medio de la nueva Lima
Con el tiempo, el 14 de septiembre de 1919, Teresa y su hermana María fundan la congregación de las Canonesas de la Cruz y, gracias a las gestiones con el presidente Augusto B. Leguía, obtienen el terreno aledaño a la Iglesia de Santa Teresita del Niño Jesús, templo bajo la administración de la congregación de origen italiana de los Canónigos Regulares de la Inmaculada Concepción. Un espacio espiritual en medio del barrio aristocrático de Santa Beatriz –impulsado por el mismo Leguía-, terreno además colindante con el viejo estadio de Guadalupe, que posteriormente sería el estadio Inglés (1921) y finalmente Estadio Nacional (1956), una convivencia caprichosa que el tiempo se encargó de juntar pese a sus opuestas actividades: “a pesar de los conciertos y los partidos que hay en el Estadio, no dejamos que influya negativamente en nuestra labor como religiosas, ciertamente es un reto a nuestra fe y nuestra vocación convivir con un espacio opuesto”, dice Sor Silvia Peña, superiora de la casa madre Santa Teresita. Y es verdad, si nos percatamos del nuevo diseño que tiene el Estadio Nacional tras su reciente remodelación, han adaptado su diseño al espacio del convento de las Canonesas, cuya estructura antigua permanece en pie frente al coloso de José Diaz que cede su grandeza por ese lado sur.
Las Canonesas en la UCSS
Desde 2013, gracias al convenio firmado con la UCSS, las religiosas de la Congregación de las Canonesas de la Cruz vienen formándose en la Carrera Profesional de Filosofía y Religión, formación orientada a los colegios en los que tienen presencia y/o están a cargo en todo el Perú.
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