En el marco del Día Internacional de la Democracia y tras más de 200 años de independencia en el Perú, es inevitable plantearnos preguntas fundamentales: ¿Es la democracia una utopía? ¿Basta con tener el derecho al sufragio para considerar que realmente vivimos en democracia?
Por José Manuel Aroste Hurtado
“A mi abuela, para los ojos en los que siempre seré amado.“
Estas preguntas resuenan con mayor fuerza en tiempos de confrontaciones políticas constantes, como los que atravesamos hoy. La democracia es un ideal que, aunque ampliamente valorado, a menudo parece escapar de nuestras manos, y aun más en sociedades como la peruana, donde las desigualdades históricas y estructurales han dificultado la consolidación de un sistema verdaderamente democrático. Para entender mejor esta situación, debemos analizar a profundidad los conceptos clave de ciudadanía, sufragio y su interrelación con la democracia.
Ciudadanía y sufragio: La construcción de una democracia excluyente.
El sufragio en el Perú comenzó como un derecho profundamente elitista y excluyente en el siglo XIX. Las primeras constituciones peruanas restringían el voto a aquellos que cumplían con requisitos de renta, alfabetización y género, lo que limitaba la participación política a un pequeño porcentaje de la población. En ese entonces, solo alrededor del 5% de los peruanos tenía derechos políticos plenos, lo que nos lleva a preguntarnos: ¿estaba el Perú realmente preparado para vivir independiente en aquel entonces?
La respuesta parece ser que no, al menos desde el punto de vista de la participación democrática. Sin embargo, diversos factores y la realidad del momento sustentaron la decisión de emprender el camino hacia la independencia. A pesar de ello, nuestro formato republicano aún no está completamente consolidado, ya que a lo largo de dos siglos ha enfrentado innumerables retos para ampliar la participación política y construir un sistema democrático inclusivo. Una nación para todos.
El avance hacia un sufragio más amplio y equitativo fue gradual. Con el paso del tiempo, las barreras de alfabetización y patrimonio fueron eliminándose y, finalmente, se alcanzó el sufragio universal. Sin embargo, la expansión del derecho al voto no ha sido suficiente para consolidar una democracia fuerte. Las instituciones democráticas en el Perú continúan siendo percibidas como frágiles, lo que afecta la gobernabilidad, la confianza ciudadana y, en última instancia, el funcionamiento del Estado.
Más allá del derecho al voto
A menudo se dice que el sufragio es el pilar de la democracia. No obstante, la existencia del derecho al voto, aunque fundamental, no es suficiente para afirmar que un país vive plenamente en democracia. La democracia es mucho más que votar cada ciertos años; implica la existencia de instituciones sólidas, participación ciudadana constante, transparencia en la gestión pública y un sistema que promueva la igualdad de oportunidades para todos los ciudadanos.
En el Perú, el sufragio universal ha permitido que un mayor número de ciudadanos participe en los procesos electorales. Sin embargo, esta apertura no ha venido acompañada de un fortalecimiento de las instituciones democráticas. La continua confrontación entre el poder ejecutivo y el legislativo, la falta de diálogo y consenso entre las instituciones políticas, y la debilidad de los partidos políticos son ejemplos claros de los desafíos que enfrenta la democracia peruana.
Actualmente, el 80% de los ciudadanos no sabe por quién votar en las próximas elecciones, lo que refleja una profunda crisis de confianza en los partidos y candidatos. Los partidos políticos, que deberían ser los canales para representar los intereses de la ciudadanía, se perciben como entidades débiles y desorganizadas. Esto, a su vez, degrada el sistema político y afecta negativamente la gobernabilidad.
¿Es la democracia una utopía?
La afirmación de que la democracia es una utopía no es descabellada si consideramos que el proyecto republicano iniciado hace más de dos siglos aún no ha alcanzado plenamente sus objetivos iniciales. Las profundas desigualdades sociales, económicas y políticas que persisten en el Perú impiden que el ideal democrático se materialice en la vida cotidiana de todos los peruanos. Aún existen peruanos y peruanas que no acceden a ciudadanía, es decir que sus derechos y deberes no les son reconocidos o informados. Sea por malas políticas o por barreras geográficas o idiomáticas.
En consecuencia, los ciudadanos se ven obligados a elegir entre el “mal menor” en lugar de votar por opciones que realmente representen sus ideales. Este fenómeno degrada el sistema democrático y perpetúa la sensación de que la democracia es inalcanzable. Sin embargo, la solución no reside solo en cambiar a los candidatos o los partidos, sino en reformar el sistema desde sus cimientos.
El rol de las instituciones electorales
Uno de los mayores logros del sistema democrático peruano ha sido la creación de instituciones autónomas encargadas de garantizar la transparencia y la imparcialidad en los procesos electorales. El Jurado Nacional de Elecciones (JNE), la ONPE y el RENIEC forman el trípode sobre el cual se sostiene el sistema electoral peruano. Estas entidades, creadas en las constituciones pasadas y modernizadas en la de 1993, buscan asegurar que los comicios sean justos y libres de interferencias políticas.
No obstante, estas instituciones no están exentas de críticas. A lo largo de los años, han enfrentado cuestionamientos sobre su independencia y su capacidad para llevar a cabo elecciones libres de irregularidades. La falta de diálogo y consenso entre las instituciones políticas, sumado a los continuos cambios en las normas electorales, ha generado un clima de desconfianza en el sistema electoral.
En este sentido, es urgente el perfeccionamiento de un código electoral que unifique las leyes y evite las modificaciones de último minuto que, en muchas ocasiones, generan incertidumbre y debilitan la legitimidad de los procesos electorales.
El Futuro de la Democracia en el Perú
El artículo 45 de la Constitución Política del Perú establece que “el poder del Estado emana del pueblo”. Este principio es el corazón de la democracia y nos ofrece una hoja de ruta para alcanzar el ideal democrático. No obstante, para que este sueño se haga realidad, es necesario que los ciudadanos comprendan no solo sus derechos, sino también sus deberes. La democracia no puede sostenerse únicamente en el sufragio; requiere una ciudadanía activa, consciente de su papel en la sociedad y comprometida con el respeto a las normas y responsabilidades.
El Perú necesita un gobierno de reconstrucción nacional, un liderazgo que esté a la altura de los desafíos actuales y que se comprometa a fortalecer las instituciones democráticas. Es necesario elegir líderes con un alto sentido de responsabilidad y capacidad, que comprendan que la democracia no es solo una meta, sino un proceso continuo de mejora y adaptación.
El artículo 45 de la Constitución Política del Perú establece que “el poder del Estado emana del pueblo”. Este principio es el corazón de la democracia y nos ofrece una hoja de ruta para alcanzar el ideal democrático.
Hacia una democracia real
El Día Internacional de la Democracia nos invita a reflexionar sobre los logros alcanzados y los desafíos pendientes. La democracia en el Perú sigue siendo una obra en construcción, una utopía en el sentido de que no se ha alcanzado plenamente, pero al mismo tiempo, un proyecto que no debemos abandonar. El sufragio es solo un componente de este sistema; la democracia requiere de instituciones fuertes, ciudadanos responsables y liderazgos comprometidos.
Es necesario elegir líderes con un alto sentido de responsabilidad y capacidad, que comprendan que la democracia no es solo una meta, sino un proceso continuo de mejora y adaptación.
La construcción de una democracia plena es posible si comprendemos que cada uno de nosotros tiene un rol que desempeñar, en costa, sierra y selva. Cumplamos con nuestras normas, fortalezcamos nuestras instituciones y elijamos líderes que reflejen los valores democráticos que deseamos ver en nuestra sociedad. Solo así podremos hacer realidad el sueño de una democracia auténtica, donde todos los peruanos participen y se sientan representados. Mientras no tengamos esa visión, seguiremos viendo la palabra “utopía” como triste sinónimo de democracia.
También te puede interesar: