Por: Manuel Laurencio Luna.
La Pandemia por el COVID 19 ha venido a mostrar nuestras principales falencias como país. Sin embargo, existe un riesgo latente que es de conocimiento de todas las autoridades, ya que ha sido comunicado por los especialistas en reiteradas oportunidades: La ocurrencia de un sismo de Magnitud 8.8Mw (magnitud momento). Centrándome en Lima, que posee 9.5 millones de habitantes (INEI), y que, según CAPECO (2017) el 70% vive en construcciones informales, a lo que se suma el silencio sísmico desde Cañete hasta Barranca (IGP). En el peor escenario, el sismo severo y su consecuente Tsunami (con energía acumulada desde 1746, no liberada en su totalidad en 1940, 1966, 1970 y 1974) vendrían en la madrugada, y si ciento veintidós mil viviendas colapsaran según INDECI (2017), con un promedio de 2 personas por vivienda, se tendría en 10 minutos, una cantidad de muertes equivalente a aproximadamente 12 o 15 veces la cantidad de muertes que hemos tenido por COVID 19 en 90 días.
Lamentablemente como país, muy poco se ha hecho frente a este problema. Si bien es cierto, existe el Bono de Reforzamiento Estructural (12, 000 soles para 18 m2), para un propietario acceder a ello y reforzar, implica también inversión propia que no le es posible afrontar por falta de liquidez, ya que su edificación (por lo general construida sin los materiales adecuados desde su cimentación, sin criterios de estructuración y sin profesionales) que ha pagado durante décadas, tiene a veces un costo un poco mayor que el costo del reforzamiento estructural total. Esto puede implicar, desde un aumento en la ductilidad de muros frágiles, hasta el incremento de muros de albañilería confinada o de concreto armado desde la cimentación, para aumentar la rigidez en las direcciones principales y satisfacer la resistencia requerida. Por otro lado, está la preocupante mentalidad de “el ingeniero cuesta caro” y “el maestro que ha hecho mi casa tiene 30 años de experiencia y nunca se le ha caído nada”; cuando por lo general, el costo de los especialistas es aproximadamente el 1% del costo total de la obra, y si bien es cierto esta inversión inicial retrasaría el tiempo de inicio de la obra y aumentaría su costo (el costo normal de una edificación bien hecha), daría también la seguridad de vivir en una casa que satisface la filosofía sismorresistente: El resguardo de la vida y minimizar los daños a la propiedad (NTE 030 2018).
Es pues, necesario que nuestras autoridades tomen cartas serias en el asunto. Esta pandemia nos ha dejado una enseñanza clara: Crecimiento económico no implica una buena atención en Salud para la gran mayoría de ciudadanos, ni tampoco crecimiento en el plano cultural, social y tecnológico (falsa prosperidad). Además, ha evidenciado que no estamos preparados para afrontar las consecuencias de un desastre natural tal como un sismo severo y un Tsunami juntos. Mucho se avanzaría impidiendo desde hoy con estricta severidad, las construcciones informales en todos los distritos, así como educar a la población con vídeos y conferencias para que tomen conciencia del peligro al que están expuestos, y ser los mismos propietarios quienes tomen la iniciativa de reforzar su vivienda (con mucho esfuerzo). Por último, se tiene el reto de seguir implementando medidas más creativas y de mayor impacto en la población para lograr un incremento en el reforzamiento de viviendas, reduciendo de esta forma su Vulnerabilidad.
-El Ing. y MSc. Manuel Laurencio Luna, es especialista en Ingeniería Estructural y Coordinador del Programa de Ingeniería Civil de la UCSS, Sede Lima.