Andrés A. Cáceres y la figura del caudillo en la historia del Perú
Su leyenda de “invencible” lo llevó a la política y al poder. Fue presidente del Perú y tuvo la difícil tarea de reconstruir el ideario de nación tras la Guerra con Chile, aunque tuviera que protagonizar la peor guerra civil (Cáceres – Piérola) de nuestra historia.
Conocido como el “Caudillo de la resistencia de la Breña» o el legendario «Brujo de los Andes», sus contemporáneos lo describen como un hombre alto, delgado, de rostro enjuto, ojos grises, casi negros, con una cicatriz en el párpado derecho (lo que le valió el apelativo de “El tuerto”, por parte de sus opositores) y espesas patillas austriacas. Tenía una contextura robusta, capaz de resistir sobre el caballo largas distancias por desiertos, cordilleras, quebradas y barrancos. Era valiente, incansable y eficaz en el comando.
Nació en Ayacucho, en 1833, fueron sus padres Domingo Cáceres, firmante del Acta de la Independencia, y Justa Dorregaray. Estudió en el colegio de Ciencias San Ramón de su ciudad natal. Dejó los estudios para solicitar un puesto de Subteniente, bajo el mando del General Ramón Castilla. Posteriormente, participaría en el conflicto con España, en 1866. Y cuando llegó la Guerra era Prefecto en el Cusco, pidiendo su incorporación al ejército con el grado de Capitán. Estuvo en la batalla de Tarapacá, siendo artífice de la victoria contra las tropas invasoras y participaría en la defensa de Lima. Pero su mayor dedicación estuvo en la Resistencia de la Sierra, Sus victorias con los breñales lo hicieron personificar el valor y la destreza del ejército en los momentos de la adversidad. Por ello, al no declararse jamás vencido, el pueblo lo apoyó contra el General Iglesias y lo hizo presidente cuando finalizó la guerra.
Fue un mandatario sereno y sencillo al que se veía pasear a pie por las calles de Lima, vistiendo una levita negra. Todo un personaje de quien Manuel Gonzales Prada, en algún momento, dijera. «Hace frente a los enemigos de fuera y a los traidores de casa. Palmo a palmo defiende el territorio. Día a día expone su pecho a las balas chilenas y peruanas. “No se fatiga, no se arredra, no se abate, no se desalienta”. Se casó con Antonia Moreno con quien llegó a tener cuatro hijas.
Durante la Reconstrucción Nacional (después de la Guerra con Chile) Cáceres cambió de combatiente a caudillo y despertó entre sus contemporáneos esperanzas y oposiciones. Falleció en 1923, teniendo el rango de Mariscal del Perú.
La patria lo tiene presente en una provincia que lleva su nombre, su busto está colocado a la entrada de Palacio de Gobierno y su nombre ha sido empleado en cuarteles, calles, plazas y escuelas; pero, sobre todo, es un paradigma del Ejército del Perú y su memoria marca un perfil propio en una polémica época de militarización del poder. Aún en la sierra peruana el nombre de “Taita Cáceres” forma parte de la tradición oral de las comunidades más remotas y emblemáticas del Valle del Mantaro.