Todos somos terroristas

06/22/12

Un hombre cargando el cuerpo mutilado, irreconocible, deshumanizado de su propio hijo como un bulto cualquiera durante horas en la selva peruana no solo es el suceso lamentable de un joven militar, de su familia o del Ejército al que pertenecía. Es en realidad una imagen que reclama ser vista y ser sentida por todos. Dionisio Vilca, el padre, con su indescriptible amor, con su inigualable valor ha regresado a la selva y nos ha llevado cargados, como a su hijo, y nos ha dejado allí, en medio de la nada, donde nos encontramos perdidos. Así veo a nuestra sociedad ahora: un conjunto caótico de sujetos que viven a tientas, cegados en medio de una maleza que crece desde la indiferencia.

Lo que me propongo brevemente es problematizar la idea de terrorismo que la sociedad maneja y que tanto rechaza, porque la identifica con su expresión más baja y rudimentaria. Sí, el tipo de terrorismo que reconocemos y condenamos está relacionado con esa agrupación de fanáticos cuyo único medio es la violencia. Con esta humillan no a ese “gran enemigo del pueblo” como califican al Estado, humillan a la población que ellos aseguran defender con un discurso que creen revolucionario porque está sustentando en pensadores y teorías que apenas si leyeron y pueden entender.

No, ese no es el único terrorismo, aunque desde luego es uno de los más crueles. El terrorismo, en esencia, es una práctica sistemática y consciente de violencia con el fin de generar terror, de imponerse con él. Pero también existen otros modos de terror producto de diversas prácticas violentistas: la injusticia, el cinismo, el individualismo, la marginación, la humillación, la indiferencia, la conveniencia, el egoísmo y el absurdo son solo algunos de los hechos terroríficos que someten diariamente a esta sociedad de naturaleza patológica, pervertida en sus propias insanias.
De este modo, es necesario recordar que habiendo tantos efectos es posible hablar de tipos de terrorismo. Veo un terrorismo social cuando desde un fundamento tan superado como el de raza se piensa en el derecho de una vida mejor que las otras; cuando el blanqueamiento de la sociedad revela tratos deshumanizados como el de concebir inverosímil comer en la misma mesa con los que nos atienden, cuando las personas discapacitadas peregrinan errantes esperando que alguien se acuerde que necesitan ayuda para cruzar una pista o subir a un colectivo, cuando ocurre un accidente y los heridos en lugar de ser atendidos son asaltados.

Veo un terrorismo educativo cuando la enseñanza para muchos docentes es transmitir contenidos facilistas y no formar sensibilidades; para ellos la historia, la literatura, la filosofía, la economía, el derecho, el arte son temas para memorizar y no acontecimientos humanos que dan lecciones de vida.

Veo un terrorismo político cuando se ha trivializado tanto la oportunidad de servir que ahora los agentes de gobierno y legisladores convierten su labor en un beneficio absolutamente personal, pretencioso, inescrupuloso; o cuando niegan, con el más alto grado de cinismo, el fundamento mismo de su propio trabajo, el de la representación desinteresada. En ese sentido, la evasión de responsabilidades por parte del ministro Otárola solo tiene un nombre: mediocridad absoluta.

Veo un terrorismo intelectual cuando los académicos, los investigadores, los hombres de letras no respiran más allá de las grandes teorías y no se conectan con la vida que nos reclama lo más productivo y funcional de nuestras reflexiones. En tal sentido, qué hacemos a parte de interpretar obras, analizar hechos históricos, calcular balances, explicar abstracciones o administrar una empresa. Qué tienen de sociales y, sobre todo, de humanistas, nuestras acciones intelectuales concretas.

Veo un terrorismo sexual en el entorno familiar cuando el hombre violenta a su esposa para tener relaciones sin considerar, siquiera, si puede mantener o no al hijo que seguramente concebirán, o cuando interdiario escucho en los noticieros que un padre violó a su hija una y otra vez, hecho que lamentablemente dejó de ser inimaginable o surrealista para convertirse en una desgracia “natural”.

Veo un terrorismo delincuencial cuando jóvenes, casi niños, portan un arma y matan sin piedad a ciudadanos cuyo único sustento son los cien soles por los cuales han sido acribillados.

El terrorismo cruel y rudimentario de Sendero Luminoso va a fracasar, no tiene cómo triunfar: en cada muerte que ocasionan radica su sin sentido. Los que realmente me preocupan, me angustian son los otros tipos de terrorismo instalados en la sociedad y que, quieran aceptarlo o no, seguimos cultivando, cada vez con mayor intensidad.
Quien no ha caído en uno de estos tipos de terrorismo o no los permitió que tire la primera piedra.

Alex Morillo

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2 Comments

  • Nuevo blog VOCES DE UN RIESGO

    […] persona sobre el problema del acoso escolar- de la Decana de la Facultad, Dra. Giuliana Contini; y “Todos somos terroristas” del profesor Alex Morillo. Asímismo contamos con los comentarios escritos por los alumnos Jennifer […]

    06/22/12 – 05:00

  • David Arevalo

    Muy buen post, a cuyo contenido me suscribo completamente.
    Sería bueno que incluyeran los botones de las redes sociales para compartir estas reflexiones.

    06/22/12 – 19:16

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