LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL
El ocaso de la razón
9-20 junio 2014 (reseña)

03/28/16

La primera guerra mundial
El ocaso de la razón

Reseña de la exposición presentada los días 9 al 20 de junio de 2014

 

Introducción: un enfoque antropológico sobre la primera guerra mundial

La Facultad de Ciencias de la Educación y Humanidades de la Universidad Católica Sedes Sapientiae organizó actividades para motivar la reflexión sobre el centenario de la primera guerra mundial. En el auditorium de la misma universidad se realizó la charla inaugural sobre este acontecimiento con la participación de los docentes de la Facultad, los voluntarios italianos que colaboran con la misma universidad y estudiantes de varias facultades. El tema se desarrolló en una perspectiva especialmente antropológica con el fin de comprender diversos ámbitos disciplinares, como la historia, la filosofía, la literatura, el arte y finalmente, tratar de conocer más los aspectos fundamentales del hombre dentro su actuar histórico. De hecho, el valor de la historia en general, o de un evento en particular como la primera guerra mundial, se puede relacionar a la posibilidad que la historia tiene de guardar y al mismo tiempo de revelar los factores de la realidad que en el caso en cuestión se refieren a la naturaleza del hombre.

Preguntando a la historia, lo que se trató de realizar con el evento fue fijar la atención principalmente sobre: a) el contexto histórico de la primera guerra mundial (1914-1918), las causas, el pretexto y las consecuencias que tuvo (Prof. César Cortez Mondragón); b) el contexto filosófico, las cuestiones antropológicas fundamentales que se presentaron, antes y también durante de la guerra, juntos a los cambios que causaron en la conciencia del hombre (Dr. Giancarlo Colacicco); c) el análisis de un poeta contemporáneo al acontecimiento de la guerra como fue Giuseppe Ungaretti, que vio y al mismo tiempo escribió paginas muy profundas sobre el tema de la guerra y de los cambios que causó en su vida y su poética (Prof. Giovanni Paccosi); d) las diferentes maneras de representar el tema de la guerra en el arte a través dos movimientos artísticos importantes para el siglo XX (Dra. Elena Secchi Villa).
Un recorrido que se concluyó con la intervención de la decana de la Facultad de Ciencias de la Educación y Humanidades, Giuliana Contini, la cual propuso un texto donde fue comentada la relación y la postura que el Santo Juan Pablo II asumió frente al trágico evento de la primera guerra mundial. Y con este testimonio, no solo se concluyó la presentación del evento, sino que se dio la ocasión para que se reflexionase y siguiese la cercanía de ese hombre frente a un hecho tan grande y misterioso, a cien años de su aniversario.

Las ponencias: la experiencia que el hombre tuvo de sí mismo

La primera ponencia, estuvo a cargo de quién escribe y llevaba el título: A cien años de su aniversario-Un enfoque humanístico sobre la primera guerra mundial. Se trató de una reflexión acerca del hombre y de la cultura al comienzo del siglo XX. Los puntos fundamentales de la intervención se desarrollaron hacia dos perspectivas: la primera concerniente al hecho de la primera guerra mundial; la segunda, más enfocada sobre el hombre que, dentro de aquel hecho, parecía presentarse con características nuevas y, en cierto sentido, desconocidas para el siglo XX. El análisis entonces, se estructuró en tres momentos y en particular haciendo referencias: a) a algunos aspectos y datos históricos para colocar, en el tiempo y en el espacio, el tema del hombre del siglo XX; b) a la lectura que propuso el gran historiador alemán Oswald Spengler, contemporáneo de la primera guerra mundial e ilustre estudioso de la cultura occidental; c) a cartas y escritos de autores que participaron y testimoniaron la situación dramática dentro de aquel evento. Al respecto de los aspectos históricos se subrayó el cambio que tuvo la guerra en sus primeros años, inicialmente limitada a la sola Europa y que, después de unos años, se difundió en diversos frentes hasta comprometer el África, el Oriente Medio, el Extremo Oriente, el Pacífico y los Estados Unidos. Se subrayaron también las cifras de los beligerantes, de las fuerzas en combate y de los soldados muertos, que comprometieron casi veintiocho países y causaron doce millones de víctimas entre soldados heridos, muertos y desaparecidos. Estos datos históricos fueron bien desarrollados por el Prof. César Cortez Mondragón que se concentró más sobre los efectos que la primera guerra mundial causó en la historia del Perú.

En primer lugar, él decía cómo las primeras manifestaciones a la noticia de la explosión de la guerra fueron, para el Perú, de pánico económico y desesperación de los ahorristas y depositarios. Frente a los bancos se formaron colas interminables de gente que optaba por retirar su dinero metálico (oro y plata), para evitar ser sorprendidos con moneda de papel (se tenía el recuerdo de lo ocurrido después de la guerra con Chile). Luego, el Perú, que fue neutral desde los inicios de la guerra, se puso de parte de Estados Unidos el 6 de octubre de 1917 porque un submarino alemán hundió la barca ‘Norton’ de bandera peruana en aguas del mar Cantábrico (norte de España). Al final, el Prof. Cortez subrayó también el aumento del valor de los productos nacionales de exportación, como minerales y productos de insumos que eran necesarios en la fabricación de artículos bélicos. Esta exportación mejoró notablemente a partir de 1915 y pudieron compensar la situación fiscal que desde antes de la guerra se veía en una crisis de presupuesto deficitario, crecimiento de gastos públicos y acumulación de una deuda pública .

Ahora, si esto fue desarrollado en la parte histórica, por la parte filosófica en cambio, se retomó la tesis de Oswald Spengler que en su obra La decadencia de Occidente colocaba el gran desastre europeo, causado por la guerra, como parte de un gran proceso mundial prácticamente inevitable y trágico, cuyo ‘símbolo máximo’ o signo característico estaba representado en la idea dieciochesca del ‘alma fáustica’. Esta idea, desarrollada en la primera charla y central también para entender la parte literaria y artística de la muestra, reclamaba la vicisitud de Fausto, el protagonista de la leyenda clásica alemana que intercambiando su alma por el conocimiento ilimitado y los placeres mundanos, identificaba bien la cuestión antropológica del tiempo, y también de todos los tiempos, es decir, la tendencia del hombre hacia lo enorme, el ilimitado. Se configuró así la tesis de que esta tendencia, como la definía también Nietzsche en el nacimiento de la tragedia , se dirigía hacia una ilimitada gana de ser y poseer todo, convicción que radicaba en una fuerte consideración optimista y positivista de las capacidades del hombre. Esta tesis estaba bien documentada con la figura de algunos intelectuales o poetas que de todas maneras querían participar en la guerra, aunque se tratase de un hecho tan trágico y doloroso. A lado de esta consideración optimista, se analizó también la experiencia que ellos mismos tuvieron durante la guerra donde en cambio se expresaba una exigencia más grande que aquella que los impulsó. Por eso, fue utilizada – como conclusión de la intervención filosófica – la imagen de un niño que, con las ropas propia de la guerra, volvía su mirada hacia un horizonte más grande y más significativo que el contexto bélico donde se encontraba , casi para decir que la verdadera positividad estaba y tenía que llegar de afuera. En esta perspectiva, se desarrollaron también la segunda y la tercera ponencia, a cargo del Prof. Giovanni Paccosi y de la Dott.ssa Elena Secchi Villa, donde se analizó la poética de Giuseppe Ungaretti y las pinturas de dos movimientos artísticos del siglo XX: el Futurismo y el Expresionismo alemán.

A partir de dichos movimientos, se subrayó ante todo el valor y el significado del arte del siglo XX donde se expresaba el deseo o las ganas del hombre de superarse a sí mismo y de cambiar la sociedad. De hecho, se comentaba que tanto los artistas como los intelectuales promovían la guerra como solución a la necesidad de la renovación del orden social y también como ocasión e instrumento para la purificación de Europa, idea que nacía por la convicción de que con la guerra se supiese y pudiese modernizar, acelerar y afilar la inteligencia humana y que animó el nacimiento de los movimientos que hemos mencionado antes, aunque estos se desarrollaron en dos líneas de pensamiento diversas a causa de la diferente experiencia de la guerra que los artistas tuvieron y vivieron.

En primer lugar, se propuso la obra futurista de Boccioni, titulada Carga de lanceros de 1915, que exaltaba la guerra a partir de su visión heroica e inspiradora (que Marinetti llamó “la única higiene del mundo”) y donde prevalecían heroísmo, valor y fuerza . Luego, se comentó algo sobre el expresionismo alemán que al contrario, aunque considerase inicialmente la guerra como un instrumento de purificación, cambió radicalmente su idea por el hecho de que los artistas se dieron cuenta que la realidad no era agradable así como la habían imaginado y llegaron a rechazar todo: primero, lo que ‘oliera’ a Belleza, a Armonía, a Ideal; pero también se rehusaron a pintar lo que veían: pasión, sufrimiento, injusticia, violencia.

En este sentido, se propuso como ejemplo más representativo la pintura de George Grosz, titulada El funeral de 1917/1918, donde se representaba la alegoría de una humanidad totalmente cambiada y trasformada pareciendo loca y corrupta. Como confirmación, se mostraron las figuras que se encontraban en primer plano: un esqueleto borracho sentado sobre un ataúd, un joven que vomita las ilusiones de su vida y un sacerdote que levanta una cruz contra tres figuras monstruosas, que simbolizan el alcoholismo, la sífilis y la peste. Análogamente, se explicó la pintura de Otto Dix, que agrega a la locura de la guerra con sus consecuencias, como en Los jugadores de cartas y Calle Praga de 1920, donde se representa un hombre con el cuerpo medio humano y medio con piezas de máquina, dejando la idea de la confusión y la crisis que la guerra provocó en la sociedad y sobre todo en el mismo hombre. Cerca de esta experiencia de cambio, se coloca, como ya hemos anticipado antes, la reflexión y el testimonio del poeta Giuseppe Ungaretti, comentados en la ponencia del Prof. Paccosi titulada: En mi silencio/ he escrito cartas/ llenas de amor» Un poeta en la primera guerra mundial: Giuseppe Ungaretti (1888-1970).

En el comienzo de la ponencia, el poeta fue introducido con un pasaje escrito por mano del mismo Ungaretti y que expresa la situación humana de un joven poeta, todavía en búsqueda de su identidad, en los meses iniciales de una guerra en la que ve la oportunidad de reconocerse como italiano, parte de un pueblo, de una historia, de un ideal común . Iba voluntario así a la guerra, aquel que fue el primero en mostrar la desgarradora realidad de la primera guerra mundial, gracias a sus revolucionarios poemas, compuestos de palabras puras y afiladas como relámpagos. Había frecuentado los movimientos literarios y artísticos más audaces de su tiempo, en los diálogos parisinos con Apollinaire, Picasso y Braque, los encuentros con Peguy, Fort, Léger, y en Milán con los italianos Prezzolini, Papini y Soffici, pero será la guerra, en su realidad dura y tan diferente de lo imaginado, lo que le llevará a vivir una experiencia humana que transforma su poesía hasta el punto que en 1942 le pidieron publicar su obra poética completa, con el título “Vida de un hombre” donde se podía encontrar y dar testimonio de esta transformación . Este simple soldado, que vive el horror de la violencia multiplicada por la tecnología moderna, descubre en medio de la inhumanidad que parece absoluta, la fuerza de lo humano, la indestructible potencia del deseo de infinito, clamando desde el fondo de la fragilidad. Es la fuerza de su primer conjunto de poemas: El puerto sepultado (Il porto sepolto) , que se publicó, como describe Ungaretti en el texto citado, por la solicitud del capitán de su pelotón, Ettore Serra y el poema Vigilia . La guerra entonces pierde en Ungaretti el sentido ideológico y la prosopopeya de las proclamas, para volverse doloroso anonadamiento expiatorio, sufrimiento necesario que hace recuperar el profundo valor de la vida y la solidaridad con los hermanos hombres. En esta nada aparente Ungaretti descubre su identidad: no de poeta, no de italiano, sino de hombre, en su relación con el misterio, hombre sufrido y «pulido» por la guerra, que se reconoce «dócil fibra del universo», al cual «aquellas ocultas manos» que le «entretejen», regalan «la rara felicidad».

Las conclusiones: una nueva luz dentro la conciencia del hombre

El evento se concluyó con lo que se puede resumir en dos preguntas, o sea: ¿cuáles fueron las consecuencias que tuvo la guerra? y además, ¿cuál fue el mensaje que se quiso comunicar a cien años de la primera guerra mundial? Es cierto que en primer lugar se puso la atención sobre el aspecto trágico, violento de este acontecimiento y que, como lo definió Benedicto XV, se caracterizó como una inútil masacre. De hecho, lo confirman las cifras numéricas que hemos mencionado antes, que fueron aproximadamente 12 millones de muertos, el desarrollo de los instrumentos y técnicas de guerra (fusiles de repetición, ametralladores, gases asfixiantes que dieron origen a la guerra biológica y química, tanques, dirigibles y aviones). Ocurrieron también consecuencias y efectos políticos-sociales que influyeron en manera significativa para la llegada de la segunda guerra mundial y que siguen permaneciendo hasta el día de hoy, como por ejemplo nos lo describió Russell, que con cuarenta años de distancia de la guerra, recordaba:

“Cuando estalló la primera guerra mundial, creía que se trataba de una locura y de un crimen, cometido por todas las potencias, de una parte y de otra (…). A la Primera Guerra Mundial y a sus consecuencias le debemos el comunismo ruso, el fascismo italiano y el nazismo alemán. También le debemos la creación de un mundo caótico, inestable, en el cual están todas las razones para temer que la Segunda Guerra Mundial no sea la última en la cual esté el inmenso horror del comunismo ruso que hay que combatir, en la cual Alemania, Francia y aquello que en un tiempo había sido el Imperio Austro-Húngaro, habían caído en lo más bajo de la escala de la civilización (…) Entonces se decía que era una guerra por la libertad, una guerra por la democracia, una guerra contra el militarismo. Como consecuencia de esta guerra, la libertad se redujo enormemente y enormemente también creció el militarismo”.

En segundo lugar, la atención fue dirigida a la contradicción que se encontró antes y después de la guerra cuando todo lo que parecía positivo, optimista y nuevo en relación al sentido que la experiencia de la guerra llevaba dentro de sí para la mayoría de las personas, sobre todos intelectuales, literatos y filósofos; se convirtió en una nueva conciencia de lo que antes el hombre consideraba como su fin y su felicidad. A conclusión entonces, todo el evento o la entera reflexión quisieron dejar como mensaje principal lo que nos testimoniaron algunos de los mismos participantes y en particular retomamos dos testigos. El primero, Wittgenstein, que escribía:

“Es posible que Inglaterra no haya cambiado desde aquel 1913, pero yo he cambiado. Ni siquiera sirve para algo hablar de esto por escrito, porque no podría explicar la naturaleza exacta del cambio (aunque de parte mía, la comprenda perfectamente). Lo verán ustedes mismos cuando llegue ahí abajo”.

El segundo, Giuseppe Ungaretti, que describía en cambio en un pequeño poema fragmento (Al sereno) la «destrozada belleza» de su experiencia de la guerra como un descubrimiento de lo que antes parecía solo niebla y que después reveló la realidad debajo de una nueva luz. Una nueva luz que es lo que la muestra y el entero evento han querido subrayar y recordar a cien años de la primera guerra mundial.

Giancarlo Colacicco

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