EDITORIAL
Tiempo de inclusión, tiempo de educar
Es imposible en estos tiempos no comunicar y ondear la bandera de la comunicación sin incluir ni llevar información a todos. Para nosotros en la UCSS, este es el tiempo de comunicar la esperanza en una educación que apueste cada vez más por la persona, ese ser humano lleno de ilusiones, tropiezos y luchas, visible o invisible a las políticas. Luego de 15 años de funcionamiento, hemos recorrido un camino trazado por la Providencia y afirmado por el compromiso de profesionales y alumnos, mayores y menores, grandes y pequeños, que han permitido reescribir la historia de Lima Norte y, en los últimos años, de aquellos lugares del Perú a donde no llega la oferta educativa de otras universidades por no ser “rentable”.
Es tiempo de comunicar lo que aquí está sucediendo: un auténtico acontecimiento de educación y crecimiento personal que ha brindado esperanza a muchas comunidades. La UCSS quiere ser una escuela, un camino para ayudar a los más jóvenes a ser más humanos. Y esta humanidad que queremos fortalecer y acompañar nace del Evangelio. Somos una universidad católica cuyo principio fundamental es la acogida, la misericordia, la comprensión, pero a la vez la responsabilidad. Nuestra consigna es crecer en el amor, pues quien ama de veras (lo que hace) cumple con su responsabilidad y cumple siempre con el esfuerzo de dar lo mejor que el Señor le ha regalado.
Cada vez que nuestros jóvenes tocan sus puertas para entregar este periódico, llevan consigo el entusiasmo y el testimonio de quienes viven esta universidad y desean compartirla con las familias que los acogen, desde nuestros graduados de la comunidad Yine en Atalaya, los impetuosos alumnos de Chulucanas, los nuevos Ingenieros Ambientales de Huacho, los economistas exitosos o los empresarios que hoy ven florecer sus negocios, las enfermeras que ven en los pacientes a personas como ellas, los profesores fieles a su vocación por un mejor futuro, los abogados comprometidos con la verdad y la justicia, los alumnos que cuidan las huacas y los vestigios prehispánicos de sus milenarias localidades, los necesarios fisioterapéutas de Tarma o los entusiastas ingenieros de Nueva Cajamarca. Que estas páginas convoquen a la familia -ese valioso don de la unidad y amor- para que descubran una posibilidad, una esperanza visible y real que los invite a unirse a este tiempo, a este camino y a esta apuesta por una educación humana que incluye a todas y a todos.
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